Quito sin el ruido de las turbinas de los aviones y sin tráfico por la zona en que se ubicaba el hoy desaparecido aeropuerto. Ahora Cumbayá, Tumbaco y Puembo con una sobrecarga de vehículos que llevan a pasajeros y noveleros a conocer las nuevas instalaciones de la terminal aérea de la capital del Ecuador. Mientras escribía “terminal aérea” me acordé que en mi lejana niñez nuestros padres y abuelos nos llevaban al “campo de aviación”, donde era muy frecuente ver animales pastando en las cercanías, y no era raro apreciar burros en la pista de los aviones.
Por los años 60 en que el “campo de aviación” empezó a funcionar de acuerdo con los requerimientos de esa época, muchos noveleros se trasladaban en “buses de línea”, para lo cual había que treparse “al vuelo” en el bus Marín-Cotocollao. A los que viajaban se les iba a dejar en “carro de plaza” (hoy conocidos como taxis). No había que salir con horas de anticipación de la casa, porque no existían tantos autos… ni pasajeros. Tampoco había molestosos filtros que pasar antes de abordar la nave. A la salida o a la llegada al país, desde la terraza que existía, se recibían las primeras noticias de la familia, o los últimos consejos previos a dejar la “isla de paz” hoy inexistente. Mucha gente, previamente a acercarse al mostrador de la aerolínea que la llevaría lejos del Ecuador, buscaba al señor Mena, para que le tome la foto que días más tarde se publicaría en EL COMERCIO, en la columna Desde el Aeropuerto.
La Policía de Migración y los aduaneros no hacían problema ni a los que salían ni a los recién llegados. Todo era fácil, no había violencia, y tampoco contrabando de productos. Lo máximo que se introducía era dos o tres prendas de vestir de última moda; caramelos y chocolates que no llegaban al país; libros, lápices y borradores, distintos a los que se vendían en las ciudades ecuatorianas.
Pero algo que me hizo recordar un buen amigo, es que al aeropuerto se iba a “aviar a una persona”.
Este “aviar” no se refería a las aves ni a sus enfermedades. Tampoco a la “colección de aves distintas, ya vivas, ya disecadas, ordenada para su exhibición o estudio”.
¡No!, este aviar se empleaba para señalar que se iba a despedir al viajero. Este significado está en desuso, es español antiguo. La acepción 8 de este término, contenida en el Diccionario de la Lengua, lo define como “Ponerse el traje adecuado para salir a la calle, recibir visita, etc.”.
Y la 9, señala que es “Encaminarse o dirigirse a alguna parte”.
Con el nuevo y moderno aeropuerto, ya no iremos al “campo de aviación” en “carro de plaza”. Y menos en “bus de línea”.
Tampoco nos trasladaremos a “aviar a una persona”, porque llegar a Tababela es una odisea.
Por lo que la costumbre de despedir al viajero se irá perdiendo.
¡Arrivederci!