El reconocido lingüista George Lakoff desarrolló una prolífera bibliografía en el campo de los estudios cognitivos a partir del concepto de framing o “encuadre”. El término refiere a que la apelación a ciertas palabras, imágenes, personas u otros recursos, activan marcos de significados en las personas que –a la manera de “filtros emocionales”- influyen en sus percepciones y dan sentido a sus acciones.
La pasada semana Argentina volvió a ser noticia mundial por las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para conseguir un crédito que permita frenar la corrida del dólar. Dejando de lado las implicancias económicas, sociales y políticas de esta decisión, el análisis comunicacional del anuncio deja entrever algunas claves para dilucidar las estrategias electorales de cara a las presidenciales de 2019.
En este marco, la apelación al “FMI” activa para la gran mayoría de los argentinos un marco que remite a uno de los peores momentos del país, la profunda crisis económica y social de 2001 que terminó con la renuncia del presidente de turno y el inicio de un período de inestabilidad institucional. Al mismo tiempo revive conceptos negativos como “ajuste”, “condicionamientos”, “pérdida de soberanía”, “deuda”, y otros significantes de nuestra historia reciente.
En el manejo de crisis, las palabras que se utilizan para describir la situación o anunciar medidas deberían pensarse con minuciosidad, si lo que se busca es activar marcos significantes que apelan a la confianza y la tranquilidad, dos conceptos sin duda centrales para un gobierno a la hora de navegar en aguas turbulentas.
Es precisamente bajo la influencia de este concepto de framing, que el gobierno abrazó por estos días una nueva estrategia comunicacional con el objetivo de contrarrestar la imagen preponderantemente negativa que los argentinos tienen del FMI. En este sentido, las intervenciones de los funcionarios del equipo económico hablando de que éste es “otro FMI” o que se trata de un crédito “sin condicionamientos”, buscan crear un nuevo encuadre de dicha entidad. Una tarea sin dudas muy difícil a la luz de la historia reciente.
Lo cierto es que las últimas dos semanas cambiaron radicalmente el escenario político-electoral. Un gobierno que se encaminaba casi sin sobresaltos a una segura reelección hoy ve un panorama complejo que ofrece renovadas expectativas para una oposición todavía fragmentada. La disyuntiva está planteada, el gobierno buscará que el terreno de disputa durante las elecciones de 2019 sea la “política” (la corrupción, la institucionalidad republicana, etc.) y no la “economía”.
Y si el oficialismo no pudiera instalar dicho debate, la discusión económica –al menos de persistir la situación actual- podría complicar los planes reeleccionistas de Macri.