La psicología es la ciencia del comportamiento humano, en su acepción general. Fueron los griegos los que la inventaron, a partir de la filosofía que observó cinco elementos de la naturaleza: la tierra, el aire, el fuego, el agua y el éter.
Nació así la teoría de los humores, como doctrina médica que planteó que la salud y la enfermedad dependen del equilibrio o desequilibrio de los fluidos corporales o humores: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra, que dieron pie a la clasificación de los caracteres en el ámbito psicológico.
Platón intuyó la psicología política al crear los diálogos, y ayudó a fundar la filosofía política al considerar que la “ciudad justa” estaría gobernada por “filósofos reyes”. Hoy se la reconoce como la disciplina que intenta explicar los comportamientos de los líderes, partidos y movimientos políticos, asociados a las emociones que condicionan las decisiones extremas –totalitarias o democráticas, de cualquier ideología en cualquier país del mundo.
Su origen es tan antiguo como el poder. Se la denomina también psico poder porque engendra todas las características de los seres humanos articuladas al ejercicio de la autoridad, el dominio o potestad de conducir un grupo, una comunidad o una nación.
La psicología política se originó en Francia, y fue introducida por el etnólogo Adolf Bastian en su libro “Man in History” (1860). Pero fue Harold Lasswell (1902-1978), el primer psicólogo político, quien investigó las causas de la Primera Mundial, y la aplicación de las teorías psicológicas orientadas a mejorar la técnica de la propaganda. Lasswell relacionó las teorías de la personalidad freudiana y de Adler con la política, y publicó “Psicopatología y política” (1930).
La psicología política cobró estatus académico y credibilidad, con la introducción de la psicometría y otras disciplinas como el periodismo y los medios, la sociología y la publicidad, la antropología, la economía, la historia, las relaciones internacionales, la filosofía y las ciencias políticas.
El pionero de los estudios de preferencias políticas fue George Gallup (1901-1984), quien fundó el “Instituto Estadounidense de Opinión Pública”, que sirvieron de base para el desarrollo de investigaciones interdisciplinarias, a raíz del ingreso de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial. Los temas recurrentes fueron: la técnica de la guerra, la propaganda, la moral de grupo, la psico biografía y el conflicto cultural. Así, la psico política obtuvo acreditación internacional.
En el siglo XXI, la psicología política se ha nutrido de los modelos informáticos, los algoritmos y la inteligencia artificial, que constituyen un poder gigantesco, de la mano de las transnacionales de la comunicación -sin controles-, que pueden manipular, y de hecho manipulan la opinión pública mundial mediante las redes sociales, bajo el manto sagrado de la democracia.
El manejo de la subjetividad política y la toma de decisiones -sobre todo en tiempo de elecciones- tienen ahora nuevos escenarios y protagonistas. Los electores somos simples clientes con códigos cifrados, administrados por terceros, que sí tienen intereses económicos y políticos. ¿Nos hemos dado cuenta de esta amenaza?
En líneas generales, una opción clara ante este soberbio chantaje es no votar por el poder opresor -el autoritarismo disfrazado de populismo-, sino por el poder seductor -de corte democrático–: no el emocionalismo barato alimentado por mensajes triviales, sino compromisos responsables dirigidos a la razón y alimentados por la honradez, la capacidad probada y la democracia participativa directa, ciudadana y plural con rendición de cuentas.