¿En qué estarÃan pensando los sabios constitucionalistas de Montecristi cuando aprobaron el engendro polÃtico que acaba de ser utilizado por primera vez?
Tal vez, repasando la historia nacional de los últimos años, con tres presidentes defenestrados y una permanente pugna de poderes, que el gobierno siempre perdÃa, pensaron que habÃa que concederle al presidente de la República alguna facultad extraordinaria, para equiparar la contienda, creyendo con ingenuidad que los legisladores, bajo la amenaza de ser enviados a la casa, iban a moderar su beligerancia.
Estaban equivocados. A los pocos años de vigencia de la Constitución, un presidente cercado por sus enemigos polÃticos ha recurrido al engendro, para evitar su posible e inmediata destitución.
Se trata de una realidad polÃtica y jurÃdica absolutamente nueva que el paÃs ha comenzado a vivir sin previo aviso. Un presidente constitucional que, legÃtimamente, puede gobernar durante un tiempo, prácticamente sin ningún control polÃtico. Una función legislativa que temporalmente deja de existir. Unas elecciones intempestivas en las que se elegirá presidente y asambleÃstas para escasos año y medio. Una limitación de tiempo que altera las estrategias normales de quienes aspiran al poder. Todo ello con la sospecha de que en los años venideros se recurra una y otra vez a la misma fórmula.
Como en la vieja pelÃcula de Disney, los aprendices de brujo que crearon el engendro, se ven desbordados por su creación y no atinan ahora a encontrar una respuesta. El Ecuador aguanta todo, podrá decir cÃnicamente cualquier filósofo de esquina.