Sí, por el momento, con la aplicación del pico y placa existe una sensación de ganancia y satisfacción por la mayor agilidad en el tránsito, la menor polución y la obtención de más tiempo para nuestras cosas. Hemos ganado todo esto, pero también hemos constatado la madurez política de esta ciudad en la que se puede palpar la conexión entre un liderazgo asertivo y una respuesta ciudadana efectiva sin que medie la fuerza o la manipulación.
Quito acumulaba hastío frente al tránsito infernal, el Alcalde leyó con claridad esa necesidad y arriesgó políticamente la puesta en práctica de una medida altamente compleja en pos de la solución de dicho problema y la gente de la ciudad de manera sensible respondió al llamado del Municipio.
Esta sintonía entre gestión pública y respuesta ciudadana es digna de valorizarse y entenderse en el marco de un país cada vez más confrontado y tenso. Quizá lo sucedido en Quito ayude a otros niveles de gobierno a cambiar de estrategias para mejorar las relaciones políticas.
Lo interesante del hecho fue que la Alcaldía, lejos de esquemas clientelares en los que el líder recrea su popularidad a cambio de cualquier prebenda, propuso a los quiteños una salida a la grave situación de movilidad a cambio de un sacrificio personal y colectivo. La propuesta fue “podemos solucionar en algo este problema, si tú dejas por un momento tu comodidad y con esto ayudas a tener una mejor calidad de vida para ti y para el resto”.
Hubo meses de concienciación y de preparación para que la medida sea lanzada. Sin duda esta acción educativa aportó mucho; sin embargo; la respuesta positiva no puede explicarse solo por esta acertada iniciativa, sino también por el acumulado político y de conciencia social de esta ciudad que frena dictadores, bota presidentes inútiles o insurge frente a cualquier injusticia. Una ciudad que sabe de la solidaridad, que tiene en sus entrañas históricas el tema de la colaboración y de la minga.
Uno de los cimientos culturales de los ecuatorianos viene del pueblo indio: la reciprocidad andina y la vida colectiva son parte sustantiva de su forma de pensar y de actuar. Todas sus decisiones pasan por la deliberación colectiva en un verdadero ambiente democrático. Allí se forjan sus liderazgos. Algo de estos códigos son parte de todos los segmentos y clases sociales del Ecuador.
Por estas y otras razones el liderazgo autoritario tiene dificultades de implantarse en nuestro suelo. La autoridad “única”, el despotismo ilustrado, la modernización “a patadas”, han irrumpido en nuestra historia, pero terminaron mal (García Moreno, Eloy Alfaro).
El alcalde Barrera ha puesto sobre el tapete una forma de hacer política pública muy imbricada con nuestra forma de ser. Debería explotar más este filón. Su vecino de al frente podría hacer lo mismo.