Hace unos 20 días aposté con alguien (y no fue plata ni nada simbólico, solo el gusto de tener la razón) que si en los 10 días siguientes no pasaba nada con el vice, entonces ya no iba a pasar nada. Y él iba a seguir -por tiempo indefinido y con sueldo fijo- dedicado a la caza, pesca y recolección de frutos silvestres; ah, y a presentarse con asiduidad a declarar en la Fiscalía. Como ven, ya gané; sigo ganando.
Este es uno de los casos en los que hubiera preferido mil veces no tener la razón. Pero, al parecer, la ¿justicia? ecuatoriana y el ‘timing’ político de las altas esferas están a mi favor.
Además de mi suerte, en el último par de meses también ha crecido geométricamente mi capacidad de asombro. Vivo con la boca abierta, porque es de ver y no creer. Me siento como en una función eterna de ‘The Revenant’, esa película en la que Leonardo DiCaprio no se muere ni de fundas, pásele lo que le pase. El hombre se aferra a la vida con uñas y dientes. Igualito que acá el vice a su vida política: con uñas y dientes. De verdad, cómo puede pasar todo lo que pasa y que, sin embargo, siga sin pasar(le) nada.
En algún momento he llegado a dudar. “¿Será que me estoy inventando todo esto?”, pienso. “¿Será que millones de mal pensados estamos juzgando injustamente a un pobre ser humano?”, me vuelvo a preguntar.
Lo que me ha ayudado a confiar en lo que veo, oigo y leo es darme cuenta de que me están tratando de aplicar la consigna milenaria del infiel: “Niégalo todo”. Quizás ustedes mismos la hayan puesto en práctica alguna vez o alguien se las ha aplicado, pero si no saben a qué me refiero, les explico. Consiste en que si la pareja de uno lo encuentra siéndole infiel, se niega todo hasta la muerte, sin importar siquiera que nos hayan cogido in fraganti (mucho mejor si hemos hecho todo de forma tan impecable que no queda rastro de nada, sino solo la sospecha; ahí es más fácil). Y si se añade una dosis de indignación (o sea, ponerse bravo/a) puede ser infalible. El o la traicionada incluso empieza a dudar si vio lo que vio. Hasta puede empezar a sentirse culpable e injusto/a. Por algo es milenaria la consigna del infiel, casi nunca falla.
En este caso también funciona porque estamos sentadotes (despotricando y mandando memes por redes sociales) esperando que algo pase, cuando hemos visto hasta la saciedad que no pasa nada. La mejor manera de predecir un comportamiento futuro es observando el comportamiento pasado de la misma persona (institución en este caso) sobre la que tenemos alguna expectativa. ¿Por qué la (in)justicia ecuatoriana podría comportarse de manera distinta a la que se ha comportado desde siempre y, sobre todo, los últimos años?
Apostemos que sigue sin pasar nada y que tendremos vice (y telenovela para rato). Ojalá me ganen; qué feliz estaría de darles la razón a ustedes, que todavía creen que algo va pasar.