Poco ha servido la gran lección que le ha dado el pueblo. El uso abusivo de recursos del Estado, los borregos –no los de la asamblea sino los del Uruguay-, los bonos y la publicidad estatal han tenido límites. Doce provincias le han dicho No. ¿Qué va a hacer? Si convencer se pone cuesta arriba, ¿todo se resolverá concentrando más poder, atemorizando a la población, silenciando a la prensa, persiguiendo a la oposición después de que hayan puesto a dedo al nuevo fiscal y a los nuevos jueces? ¿Les parece poco que buena parte de la Sierra les haya dado las espaldas? ¿Se han dado cuenta que la Costa no saca presidentes?
La versión de democracia, concebida a fines de los setenta, se está convirtiendo en antidemocracia, en un conjunto de prácticas de control, en un régimen donde los todos los poderes no están repartidos en una estructura pesos y contrapesos sino en una sola persona, en un Estado donde la expresión y representación ciudadana están siendo coartados.
El trabajo político podría convertirse en un proceso reflexivo y deliberativo a través del cual se definen reglas de convivencia social, normas, políticas públicas y acciones programáticas en función de todos. El sesgo ideológico, la incapacidad para proponer soluciones, la poca voluntad de unir al país y establecer puentes le están cercando al mismo Gobierno. Los resultados de la consulta y la evidente polarización es producto de sus propios errores.
La política, como capacidad de instituir lo social, se encuentra sensiblemente afectada. La centralidad de las instancias es centralidad de un poder disminuido, debilitado. La incapacidad para gobernar está llevando a una forma de vaciamiento de lo político o consolidación de una sociedad de la desconfianza frente a quienes dicen representar a la nación.
La política transmuta de lo público a lo privado. Si no existe un desinterés ciudadano por los asuntos de interés público, al menos hay un repliegue. El ausentismo, blanco y nulos de la consulta muestran también este hecho. Si el recurrir a las urnas, a los mecanismos mal utilizados de democracia directa, en lugar de reforzar la dependencia de los elegidos está produciendo todo lo contrario. La erosión de la confianza, el aumento del descontento popular dan cuenta de lo que pasa. El ideal de cambio quedó allí. Veamos ahora con quién hace país, con quién hace Gobierno, con quién hace ‘democracia’. Difícil con quienes siempre han estado acostumbrados a saquear al Ecuador.