El pasado 5 de mayo se conmemoraron los 200 años del nacimiento del filósofo alemán Karl Marx.
Una de las preguntas que surgen, más allá de las afinidades que uno pueda tener con las tendencias políticas que se derivaron de sus escritos, es sobre la vigencia teórica de su pensamiento.
Marx es conocido en gran medida por sus escritos como el “Manifiesto Comunista” o “El capital”.
Sin embargo, los textos que fueron la base o el antecedente previo, en las cuales hay un trabajo minucioso de análisis y crítica, creo que nunca fueron analizados con debida profundidad por quiénes siempre se manifestaron como seguidores de Marx. Me refiero, por ejemplo, a la Crítica a la filosofía del Derecho de Hegel (1843), a los Manuscritos económico – filosóficos (1844), La ideología alemana (1845-1846) o La miseria de la filosofía (1847).
Me inclino a pensar, no sé si con plena certeza, que el aporte de nuestros intelectuales más connotados de izquierda (Agustín Cueva, Bolívar Echeverría, etc) hubiese sido diferente si el referente próximo hubiesen sido esos escritos iniciales de Marx. Es decir, ese pensamiento más filosófico y crítico que político.
Considero que ese afán por reivindicar al pensador que promovió la emancipación frente a la opresión y la lucha de clases sobre cualquier otro tipo de abuso llevó a ignorar muchas cosas. No solo discusiones teóricas sino incluso problemas que existían en la sociedad.
El pensamiento marxista, llevado a la práctica, desveló la explotación de la clase obrera, la lógica de acumulación del capital, procesos de dominación política… Sin embargo, nunca estuvo en el radar de la izquierda el abuso y discriminación de mujeres, negros, lesbianas, gais, inmigrantes… Lo que pasa es que no eran obreros y no entraban dentro del término “lucha de clases”.
¿Qué pasó entonces?
Por un lado, el problema que tienen las teorías de basar sus explicaciones en una sola visión paradigmática. Por otro, el error de creer de que una teoría, por más amplia y crítica que pueda llegar a ser, es la única verdad.
El marxismo se convirtió en religión. Sus enunciados fueron tomados como verdades únicas. No podían ser cuestionadas. Si se lo hacía el gran temor era el ser condenado al ostracismo, ser catalogado como intelectual de derechas, vendido al imperialismo, etc.
Eso también llevó a soslayar lo que pasaba con el régimen político de Stalin (las víctimas de la represión llegan incluso a 61 millones de personas), la China comunista, la Cuba de Castro…
Más allá de los dogmas y credos que durante mucho tiempo han hecho mucho daño, 200 años después, prefiero traer al debate una afirmación de Marx: “No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino al contrario, su ser social lo que determina su conciencia”.