Muchos habrán dado y recibido ya, centenares de deseos y anhelos de año próspero de propios y extraños.
Es probable que ustedes lectores sean fieles cumplidores –por acción u obligación- de esta convención social.
Además habrán renovado sus votos de esperanza ante la vida; se habrán dado como individuos un nuevo chance -más ficticio que real- de rehacerse frente a las limitaciones propias y habrán atravesado una suerte de renacimiento como ritual de inicio del 2013. Es, según el manual, tiempo de restablecer promesas y metas, aunque para la tercera o cuarta semanas de enero, estas estén relegadas a algún cajón mental de lo olvidado por desuso.
Estamos a las puertas de un nuevo proceso electoral, que al igual que los artificiales finales e inicios de un calendario de fábrica humana, debería en teoría representar una oportunidad de cambio. Me temo sin embargo, que me encuentran en el lado bajo de la curva del entusiasmo ante los caminos bifurcados del país y de la campaña que en lo formal inicia el día de mañana.
Al igual que las personas que se crean ficciones de cambios estructurales en los días previos al fin del año, y luego continúan siendo los mismos achacosos de siempre, creo que el Ecuador en esencia, no se enfrenta a mayores dilemas ni sorpresas en 2013.
Del lado del Gobierno, esperen todo el arsenal más prolijamente construido en torno a la moral superior del correísmo y a su capacidad pulcra de defend er la cosa pública, aunque últimamente hayamos descubierto potente evidencia de lo contrario.
Prepárense para nuevas batallas épicas entre los angelados y los endemoniados usurpadores de esperanza. Sostengan la respiración frente a una recargada campaña con nuevos bríos y montajes contra la corrupción de la prensa y su responsabilidad sobre los descubiertos plagios y pecadillos de la omnímoda revolución. Abran el paso ante el estado derrochador volcado para que el compañero Presidente sea reelecto y marque un nuevo récord plebiscitario. Cuádrense ante el santo himno “Patria”, pues es y será el ‘soundtrack’ obligatorio de la revolución.
Y frente a la oposición, no se entusiasmen demasiado, aunque anden ávidos de asirse a alguna alternativa.
No parece existir en el horizonte, ningún movimiento que implique una construcción democrática que en su sustancia difiera del proyecto personalista de Alianza País.
Sus candidaturas fraccionadas y aisladas están construidas alrededor de grandes egos. Existe poca creatividad para combatir un imaginario construido con potencia como el correísmo y poca reflexión sobre cómo llegamos hasta acá.
En suma, pocas esperanzas ante el nuevo año. Por eso, y para que no me acusen de aguafiestas no voy a romper la tradición y les deseo, ¡feliz 2013!