Hasta las elecciones son peligrosas en Afganistán. Anja Niedringhaus, fotógrafa alemana de Associated Press, murió sin disparar.
Se aprestaba a hacerlo para capturar, con ese ojo mágico y virtuoso que tienen los fotógrafos, las mejores imágenes posibles de una zona de tensión permanente que se debate entre el terrorismo y la ficción de elecciones. Anja, de 48 años, no estaba blindada, no la protegió el convoy de policías y soldados que la llevaba a las áreas de cobertura. No es un blindaje el premio Pulitzer, el más codiciado del periodismo, que recibió en el 2005. Anja ya no está más. Su presunto asesino, que vestía uniforme, fue capturado, pero eso no la devuelve a la vida.
Un despacho de la Agencia alemana de prensa, DPA, recuerda, con datos de Reporteros Sin Fronteras, que en los últimos 10 años murieron 932 periodistas. En este año 2014 ya van 10 muertes.
Pero las zonas de guerra no son necesariamente las más peligrosas. DPA apunta que países latinoamericanos como Brasil, Honduras Colombia y México marcan 110 cruces en la década.
Los asesinos son delincuentes, narcos o hasta las fuerzas del ‘orden’.
En México el crimen organizado, la violencia del narcotráfico y las fuerzas de paramilitares demuestran que el ejercicio de esta profesión es riesgoso en grado sumo. México lleva una estadística fatal en esta línea.
Reporteros sin Fronteras, organización que proporcionó las cifras -siempre tan frías las cifras de la muerte frente al dolor de la gente-, deploró la muerte de Anja.
Su compañera de AP Kathleen Carrol dijo ‘Anja era una apasionada, dinámica periodista, muy amada por sus fotos, su corazón y la alegría por la vida. Su pérdida nos rompe el corazón’. Al caer Anja en Afganistán ‘murió un ser humano pero se hirió a la libertad’, dijo Michael Konken, de la Asociación Alemana de Periodismo, quien reclamó justicia: ‘Quien mata periodistas, acaba con una vida y hiere la libertad de prensa’.