40 años después
Una luminosa mañana de agosto hace 40 años el país dejó atrás casi una década de dictaduras. Jaime Roldós Aguilera asumía el mando.
El joven presidente fue portador de la esperanza y el cambio. Quedaron atrás las sospechas y los intentos de interrumpir el labrado proceso de retorno. Por primera vez una Constitución no fue escrita por una Asamblea Constituyente. El 15 de enero de 1978 el pueblo votó por el texto nuevo elaborado por una comisión jurídico-política.
En su discurso Roldós aludía a la inauguración del Palacio de Justicia en Guayaquil y se preguntaba cuándo se iba a inaugurar la justicia. El enunciado sigue vigente. Roldós afrontó la primera crisis de gobernabilidad de la nueva democracia. Assad Bucaram, líder del partido de Roldós, CFP, hizo mayoría con los partidos conservador y liberal, fue elegido presidente de la Cámara Nacional de Representantes y copó la Corte Suprema y el Tribunal Electoral.
Roldós gobernó con dificultades. Hubo de afrontar la Guerra de Paquisha, se vio obligado a subir la gasolina y la popularidad cayó. Murió Roldós en una tragedia aérea y Osvaldo Hurtado asumió el poder. El fenómeno de El Niño y la crisis de la deuda externa Latinoamericana le pasaron factura y la estabilidad fue complicada, afrontó una huelga de sindicatos - entonces poderosos y con capacidad de movilización - y las cámaras, a la misma vez.
León Febres Cordero fue de liderazgo fuerte y polémico mandato. Los partidos del centro hacia la izquierda le hicieron dura oposición y un movimiento insurgente violento e incipiente, reprimido con fuerza, marcó su mandato. Perdió un Plebiscito, se precipitó una crisis militar y pasó a una etapa, grata, en la alcaldía de Guayaquil.
Rodrigo Borja contó con dos años de sosiego con mayoría parlamentaria, pero con la economía que heredó descalabrada, la inflación hizo mella. El levantamiento indígena de 1990 puso en el tablero político y social a un gigante conglomerado postergado; cambió el país. Propuso una solución para el diferendo territorial con el Perú; el legado: reafirmar la senda democrática.
En tiempo de Sixto Durán Ballén la huella económica descansó en un experto, el vicepresidente Dahik, luego destituido por el escándalo de fondos reservados. La Guerra del Cenepa será parte de su historia.
Llegaron tiempos tumultuosos. Bucaram y sus seis meses de vértigo y caída. Rosalía con un día de presidencia, el interinazgo de Fabián Alarcón y la nueva Constitución.
Prolegómenos del Gobierno de Jamil Mahuad quien firmó la paz con el Perú, pero sucumbió tras haber dolarizado y con el peso de unas quiebra bancaria y que lanzó a miles de compatriotas a la migración. Lucio surgió como figura por derrocar a Mahuad. Palacio le sucedió tras sus tropiezos.
Lo demás es historia conocida, una década de autoritarismo y atropellos que casi deja la palabra democracia en letra muerta. Hoy la lúgubre imagen de la pseudo revolución ciudadana sucumbe en la tumba abierta de su corrupción sistémica.