El imperio romano nació el año 27 antes de Cristo. Era uno y se dividió en dos entre los años 330 y 395 de nuestra era. El Occidental murió en el 476 por no respetar las instituciones. El Oriental con Bizancio, transformado en Constantinopla, duró hasta 1453. Cayó en poder de los turcos otomanos. Renombraron a Constantinopla como Estambul, y, a su vez, fueron derrotados en la primera guerra mundial. Una parte del imperio se convirtió en la República de Turquía el año de 1922.
Nos cuentan que mientras los turcos otomanos atacaban Constantinopla, el emperador Constantino XI y los patriarcas de la Iglesia Ortodoxa Griega andaban enfrascados en una discusión teológica sobre “el sexo de los ángeles”. Ocupación tan sutil e inútil que el diccionario la califica de bizantina. Nosotros, a lo sumo, podríamos discutir sobre el sexo de “Los ángeles de Charlie”.
La discusión entre el presidente del Constitucional y el señor Guillermo Lasso acerca del sexo de policías y militares, nuestros ángeles guardianes, se vuelve bizantina, pues en estado de Guerra no deben ser ellos limitados, y menos abandonados en indefensión jurídica por quienes ven lo constitucional y cierran los ojos a lo que acontece. Sufrimos la guerra abierta, contumaz y sádica del crimen internacional contra el Estado y la Nación en su conjunto. Arguyen los unos con los Derechos humanos. Responden los otros que la muerte anda suelta en prisiones y calles, porque Fuerzas Armadas y Policías respetan lo Constitucional. El remedio se ha convertido en veneno.
La normalidad constitucional está desplazada pues estamos en guerra: Con sorpresa vemos que esgrimen el Estatuto de Roma, el Crimen de Lesa Humanidad, los Derechos Humanos contra el Estado de Excepción. Olvidan que la gente masacrada en cárceles y calles tenía derechos fundamentales que el Estado se había comprometido garantizar usando, en especial, la acción legítima de Fuerzas Armadas y Policía, instituciones que en tiempo de Guerra no pueden ser cohibidas ni menos abandonadas en indefensión jurídica.
Fuerzas Armadas y Policía, aun sin Estados de Excepción, tienen la obligación constitucional, artículo 158, de proteger derechos, libertades y garantías de los ciudadanos. El 158 dice también que Fuerzas Armadas tienen como misión fundamental la defensa de la soberanía y la integridad territorial.
Ahora bien, la invasión del crimen internacional y sus carteles fracturan al Estado y convierten el país en servidumbre de paso de drogas y delitos.
En Estado de Excepción, según los artículos 164 y siguientes de la Constitución de la República, de la Ley de Seguridad Pública y del Estado y de su Reglamento y de la Ley de Defensa Nacional, Fuerzas Armadas y Policía se transforman en fuerzas auxiliares y complementarias. ¿Cuál es el problema?