El mal paso de las enmiendas

La Asamblea aprobó, finalmente, las reformas a la Constitución redactada por la Asamblea Constituyente en Montecristi y confirmada plebiscitariamente.

Así estuvo programado y así se ejecutó. Como tan torpemente dijo la Presidenta de la Asamblea, palabras más palabras menos, para garantizar la continuidad del proyecto. El síndrome de hybris, la embriaguez del poder, afecta también colectivamente y se evidencia cuando un grupo humano, relacionado por un interés específico, pierde la visión global de las cosas y actúa sin importarle nada más que su visión, la de “su” proyecto.

Creyendo, ciegamente, que se pueden hacer las cosas sin miramientos, sin consideración a la opinión ajena, imponiendo la fuerza del número, invocando resultados electorales del pasado, que no reflejan, necesariamente, el sentimiento popular sobre temas específicos.

La reforma de la Constitución implica un paso trascendental, que debe mirar, siempre, el conjunto del país y no de un grupo, por importante que sea. Se introdujeron reformas fundamentales -no son simples enmiendas-, que afectarán el comportamiento de la sociedad ecuatoriana profundamente. No es, solamente, el instituir la reelección indefinida, consagración del caudillismo que termina asolando a los países. Es forzar las cosas para que reformas profundas pasen como asuntos de menor importancia, abusando de mayorías que tarde o temprano se descomponen, aunque no se evidencien sino como hechos aislados. ¿Quién, lealmente, puede sostener que permitir la reelección indefinida no sea un cambio sustancial? ¿O que transformar el derecho a la información en un servicio público no sea una reforma profunda? ¿Quién, éticamente, puede desconocer la trascendencia de privar a la Contraloría de una parte fundamental de su gestión, porque la tiene otro ente, dependiente del controlado? El poder tiene siempre el riesgo de corromper: el poder total y sin control, de corromper totalmente.

Limitar más la autonomía municipal es centralismo anacrónico. Desconocer el malestar que genera en las FF.AA. la reforma que le atañe, es insensatez propia de la embriaguez del poder.

El poder concentrado ensoberbece e ignora realidades, entre esas, la inconformidad de la gente, que se siente avasallada o utilizada. Calladamente se va formando un malestar que algún rato estalla, se manifiesta unas veces en las urnas, como en Argentina y en Venezuela.

La disposición transitoria que impediría la reelección en el 2017, para entronizarla después, será interpretada, más temprano que tarde, como una maniobra que terminará haciendo daño al Gobierno, así como la viveza de aprobarla mientras la gente está entretenida en las fiestas de Quito. Así sucede con
los pasos mal dados: acaban hartando a la gente. Y así, se acumulan causas que provocarán malos momentos al país, y de los que no se librará el gobierno.

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