Lo usual en el primer semestre del año es que el sector público tenga un superávit. Pero en el primer semestre del 2016 tuvo un déficit. Y no cualquier déficit: el más grande en la historia del Ecuador. Eso es el resultado de haber conseguido financiamiento para cubrir una gasto público mayor, algo que puede haber tranquilizado a la economía, pero que equivale a vivir una ficción, una ficción financiada por una creciente y costosa deuda. Una deuda que nos anestesia, pero que sólo aplaza el dolor.
Entre enero y junio de 2016, el déficit del Sector Público no Financiero fue de USD 1 296 millones. Nunca en un primer semestre el Ecuador había tenido un déficit de ese tamaño, al menos desde que hay información de las finanzas de todo el sector público. Ese déficit es el resultado de que el gobierno consiguió créditos, gracias a los cuales pudo mantener el gasto más alto.
Como el Ecuador se ha vuelto tremendamente dependiente del gasto público, esto resultó en una especie de alivio para la economía que tuvo un primer semestre más tranquilo de lo que hubiera sido sin tanto crédito.
Lo ideal sería que la economía no dependa del gasto público sino que crezca en función de la inversión productiva que recibe (como en cualquier país que crece sostenidamente), pero dado que el sector privado ha sido tan relegado y hoy invierte poco, el gasto público es lo único que puede “medio mover” la economía. Es como un organismo que no puede respirar por si solo y necesita una máquina (el gasto público) para tener suficiente oxígeno.
Por eso es que el gobierno, que en menos de seis meses va tener que enfrentar a los votantes en las elecciones de febrero, prefirió aumentar el gasto, para así hacer que la economía “medio se mueva”, aunque eso se dé a costa de un déficit récord.
Pero esa es una estrategia que sólo funciona por poco tiempo porque, entre otras cosas, no se puede endeudar al país hasta el infinito. Y eso hasta los prestamistas lo saben, pues ahora sólo nos dan plata si nos comprometemos a pagarla en plazos cortos y con altos intereses.
Normalmente en el primer semestre del año el sector público es superavitario porque tiene más recaudaciones (sobre todo impuesto a la renta), mientras que el segundo semestre tiende a ser deficitario (porque hay más gastos, como décimo tercero y décimo cuartos sueldos). Desde que nos dolarizamos, en 13 de los 17 primeros semestres el sector público ha sido superavitario. Pero entre enero y junio 2016 tuvo el déficit más alto de un primer semestre.
Eso nos anestesió, muy a tiempo ante las inminentes elecciones, muy a tiempo para que no quede una imagen tan mala de los últimos meses de gobierno, pero a cambio de complicarle el futuro al país, a las generaciones más jóvenes y al próximo gobierno. Pero la anestesia no es un remedio, es sólo un paliativo.