Lenín Moreno debe generar las condiciones necesarias para gobernar sin mayores inconvenientes ahora que ha sido posesionado oficialmente como Presidente. Su política tendrá que ir más allá de tender puentes con actores de la oposición como partidos políticos, sindicatos, movimientos sociales, indígenas, ecologistas…
Será fundamental que Moreno logre de forma paralela una gobernabilidad interna para tener el espacio suficiente de acción y tomar las decisiones que serán necesarias en un escenario complicado: de crisis económica y de polarización política.
El movimiento de gobierno Alianza País (AP) inició como una convergencia de espacios ciudadanos y sociales alejados del sistema tradicional de partidos. Pero luego de diez años enraizado en el poder se ha convertido en una suma de frentes con agendas e intereses propios que se manifiestan en constante pugna.
Otrora, el resquebrajamiento del movimiento se evitó gracias a una figura dominante, autoritaria, que logró una gobernabilidad puertas adentro.
Moreno ahora ofrece un liderazgo distinto; de diálogo, apertura, de escucha, algo a lo que esos grupos no han estado acostumbrados en los últimos años. Por eso el reto que tiene es enorme, pero necesario.
Entre las bases de militantes que están alrededor de AP también hay una división marcada. Unos aplauden el cambio de estilo. Están convencidos de que es hora de promover una reconciliación nacional. Son quienes se alejaron de forma progresiva del oficialismo y ahora ven en Moreno una oportunidad para redireccionar el proyecto político.
Los otros, en cambio, acaso añoran la rudeza. El Presidente dio un paso importante prescindiendo en su nuevo gabinete de figuras que representaban a ese sector. Pero si quiere gobernar tendrá que ordenar su nueva casa; no ceder a las presiones internas y priorizar los objetivos nacionales antes que los de grupos enconados en la disputa del poder.