Las elecciones de este año en Colombia suponen un momento sui géneris de una conflictiva política atravesada por los ejes de la violencia persistente en las bandas criminales y disidentes guerrilleros de los acuerdos de paz de las FARC o grupos que pese a mostrar la cara – ¿un simulacro, acaso? – de dialogantes siguen matando gente como el ELN.
El fin de semana trajo el confuso episodio de Cúcuta, en la frontera con Venezuela, donde se habló primero de un supuesto atentado contra el candidato izquierdista Gustavo Petro, pero luego se aclaró que se trataba de manifestaciones en su contra.
Las encuestas que Radio Caracol difundió el jueves hablan de números complejos. Gustavo Petro tendría el 22% de intención de voto, Iván Duque consta con 22%, aunque faltan definiciones primarias con otros candidatos de la derecha como Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez. Duque ganó las internas de Centro Democrático, el partido del expresidente Álvaro Uribe, y es el más moderado de ese grupo.
Siguen Sergio Fajardo con 11%, Vargas Lleras con 8% y Humberto de la Calle (el negociador de la paz) con 4%. Aunque, como se sabe, las encuestas fallaron en los datos del proceso de paz y en varios países están observadas con preocupación. En uno de aquellos sondeos le dan 1% al exguerrillero de las FARC, alias ‘Timochenko’, ahora sometido a una intervención de corazón abierto. Todo parece indicar que habrá segunda vuelta. Lo que no se sabe es cómo Petro tiene tan alta intención de voto luego del calamitoso fracaso como alcalde de Bogotá.
Colombia, ensangrentada por los grupos violentos cerró un cuestionado proceso de paz con las FARC. El acuerdo supone darle curules sin votos a varios ex guerrilleros y facilitar su participación. Acaso fue la única manera, aunque muchos colombianos rechazan que los crímenes atroces no tengan castigo de la justicia ni reparación.
El destino de Colombia está en juego, su paz e institucionalidad siguen en riesgo.