Si Venezuela fuese una democracia, Nicolás Maduro dejaría su cargo y el presidencial Palacio de Miraflores. Solo de esa manera acabaría el sufrimiento que su régimen y el chavismo, en el poder desde 1999, han causado a millones de ciudadanos.
La Asamblea Nacional (AN) venezolana, ha declarado el abandono del cargo del sucesor de Hugo Chávez.
Una decisión de ese calibre se justifica por un cúmulo de motivos. El más importante: el Legislativo se ha basado en el artículo 233 de la Carta Magna de la República Bolivariana, que determina las causas de la falta absoluta del Primer Mandatario. Una de ellas es el abandono del cargo, como ha dictaminado la AN, este lunes 9 de enero.
La declaratoria del Parlamento venezolano ha demorado mucho porque la nación de Rómulo Gallegos y de Gustavo Dudamel ha sido asolada por el chavismo.
Maduro, en la práctica, no ha gobernado desde que se instaló en Miraflores, en el 2013. Desde entonces, no hecho nada para solucionar la crisis colosal que ha provocado el chavismo. Al contrario: todas las medidas que ha adoptado solo ahondaron la crisis político-social-ecónomico-institucional.
Ahora, una solución ante semejante problema solo se ve posible con un cambio estructural, que solo podrá comenzar con la salida de escena de un sistema fallido.
La Venezuela chavista y la Argentina de la ‘década ganada’ para el kirchnerismo constituyen claras evidencias de que cuanto más interviene el Estado en la economía, peores son los resultados para la gente. Aún está por verse el efecto de la resolución de la AN, de mayoría opositora, entre los venezolanos de a pie –en el propio delfín de Chávez y también entre los militares-. Estos últimos parecen erigirse como ‘actores decisivos’ para superar el descalabro de Venezuela.
Lo cierto es que hace tiempo Maduro ‘desgobierna’ una nación rica, que pareciera cercana a un estallido y en la cual todo -incluso lo impensable- es posible.