Mientras el ministro de Comercio Exterior visita países como los Emiratos Árabes, Japón o Corea del Sur, en busca de inversiones, casa adentro el Ecuador parece que se aísla más del mundo, en materia comercial.
Dos hechos dejan ver que el país no termina de concretar una estrategia comercial válida y pensada en el largo plazo.
En primer lugar está la aplicación de la tasa aduanera para bienes importados. La vigencia de esta medida genera una serie de reacciones entre empresarios ecuatorianos y de otros países. El sector productivo local mira a la tasa como un freno a la producción y a los negocios, mientras que en países como Perú se habla de que esta clase de medidas tomadas por las autoridades económicas ecuatorianas erosionan las relaciones comerciales.
Los debates alrededor de la tasa crecen y el tema está por llegar a instancias como la Comunidad Andina, que ya en su momento se pronunció en contra de medidas arancelarias aplicadas por Ecuador.
El segundo hecho que refleja la ausencia de un plan comercial y diplomático es la próxima finalización del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP), arancelarias que mantiene EE.UU. con cerca de 120 países, entre los que se incluye Ecuador. Allí el problema pasa además porque el país no cuenta con un Embajador en el país norteamericano que pueda servir de puente con las autoridades del principal socio comercial del Ecuador. El SGP vence el 31 de diciembre de este año y el sector exportador cruza los dedos otra vez. Una vez que el sistema finalice, cerca de 300 productos ecuatorianos tendrán que pagar aranceles para ingresar a EE.UU. Los cálculos indican que las exportaciones se reducirán en cerca de USD 270 millones, una cifra relevante para la economía ecuatoriana, que trata de apuntalar a la dolarización.
Bajo este panorama, los esfuerzos que pueda desplegar el ministro de Comercio Exterior o cualquier otro funcionario pueden ser vanos si el país no cuenta con un plan real para integrarse al mundo.