Es nada menos que el Premio Nobel de la Paz 2009. Barack Obama, presidente de Estados Unidos, da una orden de guerra. Lo hace desde West Point.
Todo un símbolo. El Mandatario demócrata, que llegó al poder en su primera presidencia criticando el guerrerismo desplegado por George Walker Bush y que prometió sacar las tropas norteamericanas desde esa trampa infernal de Afganistán, no solamente que no ha cumplido su palabra sino que manda más soldados al frente.
Hoy en día hay 70 000 militares en Afganistán y el Presidente enviará a 30 000 uniformados más. Pero lo peor de todo es que esa suma de gente en alto riesgo de vida no garantiza el éxito militar de la operación, como no ha sucedido durante todos estos años.
Sí, West Point ha sido todo un símbolo del poder militar de Estados Unidos y ese lugar elegido por Barack Obama puede tener varias lecturas aun de política interna, que debiéramos tratar de entender. Hay todo un escenario de una campaña electoral de la elección interna en los partidos Demócrata y Republicano y no se sabe si una posición dura busque reafirmar a los coidearios del propio Obama, o acaso espante a los menos partidarios de la intervención.
Pero no se puede perder de vista que los talibanes acosan al Ejército afgano y tratan de imponer su sangrienta estrategia ante una población desprotegida. Esta realidad es el argumento del presidente Obama para verse obligado a dar una orden distinta a aquella que hubiese querido, a aquella que prometió en su primera campaña presidencial.
Un análisis de BBC Mundo no se lo explica. Cita una encuesta del diario USA Today y Gallup en la cual el 42% de los encuestados estima que ir a esa guerra fue un error. Ese mismo sondeo daba el 89% de aprobación para la intervención armada del 2001.
No podemos perder de vista el contexto de entonces. Torres Gemelas, Osama bin Laden, el Talibán.
Por ahora, el fantasma de Vietnam, la intervención militar más larga, vuelve a rondar.