La sorpresa del abandono de EE.UU. del pacto nuclear firmado en 2015, ha sido una de las más duras – aunque no la única – de tantas que arroja el presidente Donald Trump como su forma de hacer política en el tablero internacional.
En el pacto tienen que ver China, Rusia y los países de Europa: Reino Unido, Francia y Alemania. La abrupta decisión caldea las tensiones en una zona cercana azotada especialmente por guerras civiles y enfrentamientos brutales con las incursiones de grupos terroristas integristas.
Llegan las primeras reacciones. Las cabezas de gobierno en Europa no salen de su asombro. El canciller iraní emprende viajes a Rusia, China y a Bruselas (sede de la UE).
El líder religioso iraní Ahmad Jatamí dice que Europa no es de fiar. Ali Akbar Velayati, asesor del líder Hasán Rohani, piensa lo mismo de Estados Unidos, según la página web oficial del país asiático, HispanTV.
Irán empezó su desarrollo nuclear en la época del Sha Mohamed Reza Palhevi en los años 50 con apoyo de EE.UU. y se interrumpió al inicio de la Revolución Islámica.
La instalación de una central nuclear y el enriquecimiento de uranio fueron foco de discrepancias entre la potencia persa y los líderes occidentales. Siempre se abrigó el temor del desarrollo de una bomba atómica pero las autoridades iraníes siempre dijeron que se trataba de avances científicos en la creación de energía y medicina.
Los momentos críticos con los líderes que siempre fueron una amenaza a Israel, principal aliado de EE.UU., mantuvieron una cuerda tensa. El impacto del bloqueo a Irán afectó el precio internacional del crudo que requiere China y otros países cercanos a él.
El pacto fue motivo de alivio en todo el planeta pero la posición de Donald Trump trajo además ataques mutuos de Israel a posiciones de Irán en Siria y réplicas en los altos del Golán contra el ejército Israelí.
Teherán y otras ciudades se llenaron de manifestantes, la quema de banderas estadounidenses se volvió a repetir…