La droga golpea hasta al ser más indefenso. Sí, así es. Basta ver cómo la semana pasada el Instituto de Neurociencias de Guayaquil revelaba el caso de Carlitos, un niño de apenas 6 años que llegó a emergencia con insuficiencia respiratoria por consumir la droga H.
Este caso simplemente espeluzna. El año pasado los médicos también detectaron cómo los bebés nacían con el síndrome de abstinencia, porque sus mamás se negaron a dejar el narcótico durante el embarazo.
Por ello es digna de aplauso la iniciativa del presidente Lenín Moreno: llamar a un gran diálogo nacional en busca de alternativas que ayuden a frenar la problemática.
Pero dentro de todo el debate debiera estar claro lo que Ledy Zúñiga, titular de la Secretaría de Drogas, dijo a este Diario: “El consumo de narcóticos es un problema de salud pública”. Así habría que tratarlo, pues la corriente mundial va en ese sentido.
De hecho, los expresidentes de Brasil, Fernando Henrique Cardoso; de México, Ernesto Zedillo; y de Colombia, César Gaviria, han dicho que la guerra armada contra las drogas no ha funcionado y que se debe cambiar la receta para obtener resultados.
En Ecuador, las medidas no han sido del todo claras. Por un lado, el anterior Gobierno (04/06/2012) apoyaba parcialmente la legalización de alcaloides y aseguraba que la lucha antidrogas ha sido un fracaso.
Pero metieron policías y canes amaestrados a los colegios, endurecieron las condenas contra el microtráfico y dispusieron la acumulación de penas en caso de drogas.
Ahora, tras el llamado de Moreno, también han aparecido iniciativas como las de endurecer las condenas para los expendedores y para quienes oferten insumos para la elaboración de las cargas ilegales. ¿Será esta la salida para que las mafias no capten a nuestros jóvenes?
Tal vez sea necesario fortalecer el sistema de salud para atender las adicciones. El propio Presidente, cuando aún era candidato, reconoció la falta de casas asistenciales para estas personas. Entonces, queda mucho por hacer.