El analfabetismo económico

Casi 100 días después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, asumió el cargo, él y su secretario de Comercio, Wilbur Ross, siguen adelante con una falacia económica que los estudiantes de economía de primer año aprenden a evitar.

Sostienen que el déficit de cuenta corriente (o déficit comercial) norteamericano, que en realidad es el resultado de una tasa de ahorro baja y menguante de Estados Unidos, es un indicador de prácticas comerciales injustas por parte de Alemania y China. Su ignorancia económica podría acabar siendo un desastre.

La balanza de cuenta corriente, que mide la balanza comercial de bienes, servicios, ingreso neto de factores y pagos de transferencias del exterior, es igual al ahorro nacional menos la inversión doméstica. Eso no es una teoría. Es una identidad. Es así no importa si uno es liberal o conservador, populista o convencional, keynesiano o si defiende la teoría de la oferta. Hasta Trump y todo su arte de la negociación no pueden cambiarlo. Sin embargo, él amenaza con una guerra comercial por déficits que reflejan el propio desequilibrio de ahorro e inversión de Estados Unidos.

Un país tiene un déficit de cuenta corriente si la inversión supera el ahorro nacional y tiene un excedente cuando la inversión es inferior al ahorro nacional. En el caso de un país con una cuenta corriente equilibrada, puede surgir un déficit si su tasa de inversión aumenta, si su tasa de ahorro cae o si ocurre alguna combinación de ambas.

Supongamos que EE.UU. tiene relaciones comerciales con países extranjeros que mantienen políticas proteccionistas. Si estos países liberalizan sus regímenes comerciales, tenderán a importar más bienes estadounidenses que competirán con sus propias industrias. El tamaño de los sectores que compiten con las importaciones entonces se reducirá, liberando trabajadores y capital que servirán para aumentar la producción en los sectores exportadores. En la medida que aumenten las exportaciones, también aumentarán los ingresos de divisas que pagan la factura más alta de las importaciones.

Supongamos, en cambio, que Estados Unidos impone nuevas barreras a las importaciones en respuesta a su déficit de cuenta corriente. Esas barreras a las importaciones asignarían trabajadores y capital a los sectores que compiten con las importaciones y los sacaría de los sectores exportadores, lo que dejaría la balanza comercial de Estados Unidos sin cambios a la vez que reduciría el ingreso nacional y los niveles de vida estándar.

El déficit comercial podría caer si las barreras a las importaciones cobraran la forma de impuestos comerciales que redujeran el déficit presupuestario (aumentando así el ahorro gubernamental), pero ese efecto funcionaría a través del presupuesto, no a través de la política comercial per se.

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