En un esfuerzo climático inédito en América Central, los gobiernos del istmo están preparándose para conseguir 400 millones de dólares que les permitirá hacerle frente al cambio climático en el llamado Corredor Seco Centroamericano (CSC).
Si usted vive en el istmo centroamericano y conoce la costa del océano Pacífico, es muy probable que haya estado en este Corredor y sabrá, aunque sea de manera instintiva, lo vulnerable que es ante el cambio climático.
El Corredor es una franja árida que corre paralela a la costa Pacífica, desde Guatemala hasta el oeste de Costa Rica y partes de Panamá, donde predomina la agricultura familiar de subsistencia y los ecosistemas de bosque seco. Imagine cómo sería la provincia de Guanacaste (Costa Rica) o el departamento de Usulután (El Salvador) en un planeta más caliente.
En los últimos años, es aquí donde peor han golpeado las sequías que azotan al istmo y que complican la vida de comunidades enteras. El cambio climático solo empeorará todo si no se toman medidas.
¿Qué pasa? Que estas acciones son caras, requieren de la colaboración entre países y entre instituciones de cada país y su proceso de planificación e implementación toma su tiempo. Hasta ahora, la atención real del problema se ha dejado pasar. “Esta es la primera vez que se hace un proyecto que no es solo de ambiente, sino que incluye otros mecanismos regionales”, dijo el ministro de Ambiente y Energía de Costa Rica, Édgar Gutiérrez.
La propuesta dio un paso clave este 7 de junio, cuando el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) firmaron un acuerdo para impulsar la formulación del proyecto.
Mediante un fondo de 2,7 millones de dólares que aporta el BCIE, los países centroamericanos empezarán a darle forma al proyecto que llevan meses planteando.