Luego de once años de torpe y autodestructiva política internacional, una vez más tenemos la oportunidad de modificar el rumbo pensando en los intereses del país y no de cuatro iluminados que desquiciaron y corrompieron todo lo que tocaron.
En un artículo anterior recordaba que para llegar a los acuerdos de paz con Perú se mantuvo durante 4 gobiernos la misma política de Estado y se organizaron mesas de diálogo por todo el territorio nacional. Quien estuvo a cargo del tema fue el entonces vicecanciller Francisco Carrión. Como la experiencia fue tan favorable, al convertirse en canciller del Gobierno de Alfredo Palacios retomó la idea de un auténtico debate nacional para definir por consenso la política exterior del Ecuador hasta el año 2020.
Esta vez le correspondió a Javier Ponce Leiva encargarse de la organización de las mesas, a las que fueron convocados ecuatorianos de todos los colores, regiones y estratos sociales. Y fue el mismo Javier quien me invitó a un par de mesas finales que tuvieron lugar en los salones de la Cancillería; ello con el fin de que me pusiera en autos, como dicen los jueces, para editar los textos y supervisar la publicación del plan de política exterior bautizado como Planex 2020.
Era la segunda vez que los ecuatorianos nos poníamos de acuerdo en algo tan trascendental, dando la impresión de que por fin habíamos llegado a la mayoría de edad. Pero no se crea que las tapas del libro encerraban directrices inauditas o iluminaciones de otro mundo. No, de ninguna manera. Lo que había allí era una cantidad impresionante de sentido común pues no se requiere de 17 honoris causa mal habidos para definir los intereses básicos de un país.
Algo de eso entendió María Fernanda Espinosa cuando se inauguraba como canciller y aún creía, en el 2007, que se podía llevar adelante una política sensata. Entonces pidió a Javier que actualizara el material del Planex 2020. Con pocos cambios y algo de esperanza, volvió a editarlo. Pero Correa estaba cada vez más endiosado y fue colocando en el Palacio de Najas a gentes como Ricardo Patiño que no tenían las más peregrina idea del asunto. Ni falta que les hacía pues, como ardientes revolucionarios del siglo XXI, llenaron de panas el Servicio Exterior, demolieron la Academia, boicotearon los organismos de derechos humanos y nos colocaron al rabo de La Habana y Caracas.
Hoy, sin plata para llegar a fin de mes, con un Ejército desmantelado y una guerra en la frontera norte, cual amante desengañada que busca compensar la impúdica entrega de Correa a China y Rusia Today, el Gobierno se lanza en brazos de EE.UU. y la mayoría aplaude. ¡Cuánta frivolidad! Del color que sea, un imperio es un imperio y en este manda Donald Trump.
Desarrollen una política independiente a partir del Planex, despidan a los correístas y nombren un canciller pragmático y con experiencia. ¿Será mucho pedir?
pcuvi@elcomercio.org