Quienes aceptan que la situación económica se agravaría a partir de mediados de la década por la declinación prevista en la producción petrolera, que es lo que torna necesaria la explotación petrolera en el Yasuní, proponen alternativas.
¿Cuál es la diferencia hoy con la situación en enero 2007? El precio del petróleo era la mitad, pero alcanzaba para el gasto. Con un precio menor, los gobiernos anteriores acumularon fondos de ahorro para tiempos difíciles; había superávit.
Bajo Correa hay una importante modernización de los servicios públicos. Instalaciones infinitamente mejores, que se siguen inaugurando. Salarios públicos más altos que atraen profesionales competentes. Inversión en capital humano. Nunca antes la red vial había mejorado tanto en tan poco tiempo.
La otra cara de la medalla que la mejor infraestructura cuesta mantener (como sabe todo el que se muda a un apartamento más grande). De ahí la carta blanca que tiene Marx Carrasco para crear impuestos y cobrarlos a como dé lugar.
Hoy, la economía está acostumbrada al tren de gasto que permite el excelente precio del crudo, como un empleado se acostumbra al más alto nivel de vida que le permite un sueldo mejor.
Hace cinco años, una reducción de los ingresos petroleros significaba menos dinero que ahorrar. Hoy agravaría la necesidad de financiamiento.
Para prepararse a una reducción de producción de los campos petroleros tradicionales, el Gobierno debió propiciar la exploración petrolera y el arranque de la gran minería. No lo hizo. Más importante aún era sentar las condiciones para el crecimiento de la economía no petrolera. No ha sido el caso. No hay la inversión privada de largo plazo para diversificar la economía.
Las alternativas que se ofrecen: incorporar otras producciones petroleras, recortar el gasto público, favorecer la inversión privada, no son tales. Son cosas que debieron hacerse desde hace tiempo. Pero ahora el tiempo apremia.
La reducción del subsidio a los combustibles mejoraría la situación fiscal, pero no el ingreso de dólares a la economía.
Se habla que en un año o dos se tendría producción petrolera del Yasuní. Pero esto no corresponde al ITT, sino a campos del bloque 31, que el Gobierno Nacional nunca prometió conservar y donde desde hace algún tiempo se trabaja en su desarrollo. Para el ITT, donde está el grueso de las reservas, los trabajos tomarán algunos años.
El actual ni es un Gobierno ecologista, que sacrifique la estabilidad económica en aras de preservar la naturaleza, ni aperturista, que concite el entusiasmo de los capitales y una fuerte inversión privada que torne innecesaria la pública.
A lo no hecho, pecho, y el Gobierno necesita los fondos del ITT con un apremio que no existía en 2007.