La campaña lanzada para promocionar el potencial turístico del país con el eslogan “All you need is Ecuador” y el vencimiento del plazo para la recolección de firmas por la no explotación del Yasuní-ITT deben hacernos reflexionar.
Si, adecuadamente, el Gobierno quiere que el país se convierta en un destino mundial y al mismo tiempo se dispone a explotar -si no lo está haciendo ya- la zona de mayor megadiversidad ¿no está disparándose en los pies? La brecha que abrió el Presidente con respecto a su postura inicial de defensa de la no extracción petrolera contradice -entre otras- la millonaria campaña en curso.
No sólo eso. Hay razones de peso para sospechar de la promesa redentora del Edén petrolero. El equivalente a más de 30 años de reservas -más de un trillón de barriles- han sido encontrados en el mundo.
Según Gene Epstein del Barrons Cover, dentro de los próximos 5 años, el crecimiento de la producción estadounidense de petróleo convertirá a ese país en un exportador neto, terminando un patrón prevalente desde la Segunda Guerra Mundial. Hacia adelante EE.UU. no tendrá que ocuparse de la geopolítica petrolera y los disturbios políticos que obstaculizan la oferta. Habrá alcanzado lo que algunos denominan como la “era de la independencia energética”.
Así mismo, según Epstein, por primera vez en 150 años, fuentes de energía alternativa como el gas natural son cada vez más una certeza, lo que podría llevar a una desaceleración o estancamiento del consumo mundial de petróleo.
Edward Morse, director de investigación de commodities de Citigroup, piensa que la combinación de un desacelere en el consumo, así como una elevación en el consumo traerá un barril promedio de USD 75, rompiendo el paradigma de los últimos 40 años según el cual la oferta petrolera sería insuficiente para la necesidad de crecimiento de los países emergentes. Es decir, parecería que de todas formas, la explotación del Yasuní es tardía.
Pero más allá del contexto externo, si el Gobierno quiere demostrar algo de conciencia ambiental y ejercer una política económica responsable, debe mantener su palabra empeñada en agosto del año pasado, de que hacia el 2016 se eliminaría o al menos racionalizaría el subsidio a los combustibles que implica costos de alrededor de USD 3 826 millones al año y genera inmensas distorsiones. Son recursos frescos que dejarían intacta la reserva.
Vistas así las cosas, ¿es imprescindible la explotación del Yasuní? ¿Será el paraíso prometido? No lo creo. Existen razones suficientes, tanto del entorno externo -probable baja de precios-, como de medidas de política económica, que pueden solventar el tema.
Además está la credencial turística del país que talvez no necesite tanto de amor, como sí del Yasuní.