El verdadero crecimiento y progreso se consiguen con arduo trabajo, con disciplina, pensando y con valores actuando, con principios y, de manera particular valiéndose de la paciencia, es decir, entendiendo que el inmediatismo no es el camino, ya que en la práctica significa “pan para hoy, pero hambre para mañana…”
La política en el país, en muchos casos, no pretende entender peor aún practicar aquello, frente a un electorado que aplaude y “valora” el resultado inmediato, muchas veces sin reparar ni entender el real costo y efecto final que se vuelve principal, esto es el que se da en el tiempo y que es el que en verdad queda, vale y cuenta.
Un claro ejemplo de aquello, es el compromiso y ofrecimiento desfinanciado, irresponsable y desatinado del político que, no le importa hipotecar con deuda externa y eterna a las futuras generaciones, que sin haberles consultado nacen y mueren endeudadas, sin beneficio de inventario, sin entender por qué y sin percibir fruto alguno.
Otro ejemplo, son las “coincidencias” entre políticos, que con base en acuerdos reservados, se intercambian favores y/o apoyos circunstanciales, por supuesto a espaldas de la opinión pública, realizando trueques a escondidas en los que lo que menos importa son las consecuencias finales, a fin de obtener y conseguir el objetivo inmediato, el aplauso de bambalina, el triunfo superficial y vacío, mirando sus actores despreocupados a otro lado con aire de santidad o de postiza ingenuidad. Así, por ejemplo, a cambio de votos y/o respaldos específicos, se apoyan designaciones, ternas, nombramientos de personajes cuestionados y/u oscuros, los que lo más seguro, ya posesionados en sus cargos, gestionarán y tomarán decisiones no en función de los profundos y sagrados intereses del país, sino de los intereses de sus líderes y cabecillas, probablemente en determinados casos, orientados a favorecer y/o fomentar la impunidad y por ende a la justicia burlar.
Se configura así, de esta manera, esa suerte de riña entre el ciego y torpe pragmatismo frente a la responsable decisión enmarcada en la ética. Dichas malas prácticas, han contribuido al estancamiento como nación, siendo por ende fundamental desactivarlas en aras de construir un verdadero país en el que exista seria gestión y, profunda responsabilidad por las actuales y futuras generaciones. Decisiones en tal sentido, generarían que las letras de la historia sean hilvanadas con tinta de gloria, destacando justos reconocimientos de honor de aquellos mandatarios calificados como Estadistas, que con sabiduría y valentía renunciaron al pedestal de papel, “sacrificando” el aplauso barato e inmediato, renunciando a lo conveniente y por lo correcto optando.
De continuar dichas prácticas, lo único que pudiera esperar quien alimente al lagarto, es que no se lo coma primero…