¿A alguien se le ocurrió?

¿A alguien se le ocurrió que podía haber una crisis financiera?

En la década de los veinte del siglo pasado, la población estadounidense disfrutaba de la masificación de los avances tecnológicos. La electricidad, además de ocasionar la jubilación obligatoria de las lámparas de queroseno, popularizó la radiodifusión y el uso de los electrodomésticos. El parque automotor se triplicó. Entre 1922 y 1929, la tasa de desempleo promedio fue del 3,7%. El mercado de valores despuntó. El connotado profesor de Yale Irving Fisher afirmó, a mediados de 1929, que “los precios de las acciones habían alcanzado un nivel permanentemente más alto”. ¿A alguien se le ocurrió que en octubre de 1929 estallaría la Gran Depresión?

A finales de los ochenta, el Japón era la envidia del mundo. Su economía, ya desarrollada, registró un crecimiento promedio anual superior al 6% entre 1988 y 1990. Fue tal la creación de riqueza que en 1991 el mercado inmobiliario del Japón, un país del tamaño de California, valía cuatro veces más que el mercado inmobiliario de los Estados Unidos. ¿A alguien se le ocurrió que en 1992 se desplomarían los mercados de valores y de bienes raíces del Japón, provocando un estancamiento económico de más de una década y 17 años consecutivos de disminución de los precios de los bienes inmuebles?

Los noventa fue la década más próspera de los Estados Unidos y, salvo un corto frenazo a inicios de este siglo, el auge continuó. Basado en el vigor de la economía estadounidense, el FMI afirmó en su informe ‘Perspectivas de la Economía Mundial’ de abril de 2007 que “la economía mundial parece estar bien encaminada hacia un crecimiento sólido y continuo en 2007 y 2008”. ¿A alguien se le ocurrió que a mediados de 2007 se desencadenaría la crisis internacional que perdura hasta la fecha?

Seguramente a alguien sí se le ocurrió que podía haber estas debacles financieras. Sin embargo, muchos no pudieron preverlas, pues si bien en perspectiva las causas de las crisis se vuelven evidentes, antes de que ocurran es sumamente difícil diagnosticar con precisión la vulnerabilidad de una economía.

Aunque distintos factores pueden provocar crisis financieras, una causa común es la mala administración de la bonanza económica. Los gobiernos, en lugar de adoptar medidas que eviten la formación de desequilibrios económicos, a menudo tratan de extender el auge, con lo cual producen mayores desequilibrios y así caídas más estrepitosas.

Ahora que celebramos el alto crecimiento económico de 2011, que el precio del barril de petróleo bordea los USD 100 y que empieza un año electoral, ¿a alguien se le ocurre un mecanismo para impedir el derroche fiscal y evitar la gestación de una crisis durante estos años de bonanza?

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