Brasil, como otros países sudamericanos, sufre una crisis política reflejada en la suspensión y posible destitución o renuncia de la presidenta Dilma Rousseff.
Años atrás esa geografía fue reconocida como una nación espectacularmente emergente; por el contrario, hoy la coyuntura en su economía externa tiene los rasgos significativos de países agroexportadores del Tercer Mundo. Por eso, en un intento de conocer algo de lo sucedido tres factores políticos y económicos son básicos para entenderlo: a.- La crisis del sector externo, b.- la contención y luego el desfogue de medidas de ajuste y c.- un juego de alianzas precarias y, por tanto, incapaces de proyectarse como sucedió en Chile con los gobiernos de la Concertación.
De esta manera se entiende cómo se destituye a una Jefa de Estado. No es difícil concluir que se ha roto el destino de un país que mantuvo estabilidad desde la cruenta dictadura militar de 1964. Administraron con crecimiento los tiempos buenos, soportaron difíciles coyunturas como la caída de Color de Mello, pero ascendieron al poder al líder sindicalista Lula da Silva. Sin embargo, se agotaron en el segundo periodo de Rousseff y han iniciado la clásica inestabilidad institucional de los gobiernos latinoamericanos.
La crisis brasileña vuelve a demostrar la fragilidad del sector externo cuando crece la dependencia con un solo mercado. No se trata de que en China vuela una mariposa y de lugar a una tormenta en partes lejanas. El caso es que si esa potencia reduce sus ventas, los mercados dependientes entran en declive y hasta en la desestabilización.
Desde el ámbito continental, Brasil refrenda con su crisis el mapa político y social de muchos países de América latina. Con una Carta Democrática Interamericana, que solo defiende a los gobiernos y toleran sus desafueros. ¿No conocen acaso el drama de Venezuela? Es el mayor caos continental donde los resultados de las urnas no causaron ningún efecto reivindicador y ahora subastan el futuro. Argentina tuvo que soportar infames excentricidades hasta que las urnas exigieron un modelo diferente. Brasil escogió el camino del ‘impeachment’, mientras que Ecuador carece de agenda de país y con apatía espera la urnas de febrero de 2017, pues a su pueblo, al parecer, le da lo mismo Chana que Juana.
Como en el Maracaná contra Uruguay en 1950, contra Hungría en 1954, o contra Portugal en 1966, los brasileños tendrán que asimilar graves percances para resurgir como lo hicieron en 1970 en México. En estos momentos difíciles deben repasar dicho palmarés futbolístico. Superaron la cruel dictadura de 1964. Tuvieron excelentes mandatarios como Fernando Henrique Cardoso, con firme cirugía eliminaron el régimen de Color de Mello, así como levantaron desde los talleres de la siderurgia a un líder continental como Lula da Silva. Que este luego se extravió en el chavismo y en Petrobras es otra cosa. Es otra víctima de la reelección.