Era predecible que uno de los graves efectos de la pandemia originada por el coronavirus se concentre en el capítulo del empleo. Para una evaluación y prevención es necesario considerar tres hechos como contexto : a- los antecedentes históricos de las relaciones obreros patronales ; b- las posturas exclusivamente reactivas y excluyentes de las organizaciones, tanto de los trabajadores como de las corporativos empresariales y, c.- la ausencia de una política preventiva de las últimas décadas.
Estos factores coadyuvaron -en el medio de la pandemia- a la imagen de un país desordenado y ,en su pequeñez territorial, dividido en parcelas regionales irreconciliables, matizadas por el colorido de unos folclóricos semáforos. No se trata de echar la culpa a tal o cual periodo populista corrupto y depredador. El Ecuador que sufrió la intensidad de este desastre, debe admitir que a más de los “dorados” años chavistas, tiene una colección de actores incapaces de liderar o compartir un proceso de unidad y no solo una búsqueda de náufragos expertos en ingeniosas mañas en corrupción o malversación.
En resumen, la cultura política nunca saltó la barrera del asistencialismo y descuido las estructuras . Un pecado en que reincidió el Gobierno del presidente Moreno en el caso del IESS, donde alcanzó un récord olímpico, junto a representantes de trabajadores y empresarios, que recordaron a José Saramago : “ Estos ciegos, si no les ayudamos, no tardarán en convertirse en animales, peor aún, en animales ciegos”.
Reiniciadas las actividades y ,sin esperar una etapa de transición, se conoce la decisión de empresas importantes de despedir a trabajadores; de tratarse de una tendencia sostenida, es probable que se aumenta el volumen de los desempleos y de las labores irregulares, sin excluir la manipulación sexual.
El problema es mundial y se desconoce si en estos tiempos nacerá un John Maynard Keynes que contrastando con las viejas mentalidades liberales que solo entendían a la fuerza laboral en pleno siglo XIX cuando solo se requería una mano de obra de contratación esclavizante.
Sin embargo, lo que es imposible en el campo político para alcanzar una concertación, se puede lograr acuerdos entre patrones y obreros, que coadyuven a una paz social; caso contrario, el coronavirus quedará corto. A parecer viene y una ola de despidos sobre todo en grupos empresariales mayores, que en la época de las vacas obesas fueron las más beneficiados. No es que los despidos, si cumple con las indemnizaciones sean ilegales, pero por los mismos intereses empresariales, es preferible tomar la iniciativa y promover nuevas fórmulas contractuales y no reincidir en el pecado de maquilladas formas la “tercerización” y causen el desorden del país. No estamos en las épocas del golpe de estado a Jacobo Árenz en Guatemala, Carlos Julio Arosemena Monroy en Ecuador o Salvador Allende en Chile .