Alfaro en la sombra

A los ciento un años del asesinato de Eloy Alfaro y sus compañeros, debiéramos saber bien cómo sucedió semejante atrocidad. Pero, en realidad, ahora conocemos la naturaleza y causas del hecho casi tan poco como hace un siglo. El debate liberal-conservador que dominó nuestra historia por décadas es uno de los causantes de ello. Y la forma en que se conmemoró el centenario de la “hoguera bárbara” no ayudó tampoco. Los esfuerzos por explicar el hecho en su complejidad y sus causas múltiples, fueron escasos.
La avalancha de información sobre Alfaro que recibimos el pasado año, sobre todo de fuentes gubernamentales, logró que se conozca un poco mejor al personaje.
 Pero su canonización ramplona y sobre todo las explicaciones simplistas del “arrastre” causaron estragos.
Da pena, por ejemplo, que hasta historiadores serios hayan repetido que el “Viejo Luchador” fue asesinado por un puñado de soldados y prostitutas pagadas por el clero y los conservadores, sin que el “verdadero pueblo de Quito” tuviera parte en el hecho, cuando lo que hubo fue un fenómeno de masas que merece un análisis detenido y serio.
Por ello resulta muy interesante la novela “Alfaro en la sombra” de Gonzalo Ortiz Crespo.
 Fruto de una amplia y cuidadosa labor de sistematización de fuentes primarias que se citan con notable rigor, y de un esfuerzo imaginativo para crear personajes y situaciones de ficción, la obra traza un panorama de los hechos de diciembre de 1911 y enero de 1912.
A través de la correspondencia de un ficticio comerciante quiteño y su hija, y de la supuesta investigación sobre la muerte del comandante del buque estadounidense “Yorktown”, Ortiz hurga en las incidencias y conflictos políticos, en los hechos y consecuencias del último alfarismo y, sobre todo, de la conmoción social y sed de revancha que causó la guerra civil más sangrienta de nuestra historia.
El autor explica la “hoguera bárbara” por la división liberal, el reforzamiento de la reacción conservadora, el agotamiento del alfarismo, un mal cálculo y ambición de Eloy Alfaro, la acción del gobierno liberal,  la reacción popular ante los miles de víctimas de la guerra, y por la manipulación del pueblo, cuya violencia fue azuzada y dirigida. En general, me parece que esa explicación es acertada, aunque da demasiado peso a versiones conservadoras, que su personaje recoge. Lastimosamente, queda un vacío sobre los mecanismos con que se movilizó a la masa, cuando la ficción hubiera permitido desarrollarlos ampliamente.
La novela articula muy bien los hechos y las dos narraciones paralelas, aunque a veces la correspondencia adopta un lenguaje medio sociológico, extraño a los protagonistas. En todo caso, allí hay muy buen material de lectura y, desde luego, espacio para seguir un debate todavía inconcluso, aunque nos duela.
eyala@elcomercio.org

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