Hace un frío terrible, aquel del sur del país donde la temperatura en el Azuay baja en agosto a 3 o 4 grados. Por un camino lastrado, lleno de maquinaria de la junta parroquial en acción , llegamos al campamento del proyecto Loma Larga. Coincidimos con una reunión estratégica entre el Gerente de ambiente, salud y seguridad de INV Minerales del Ecuador S.A. –Ing. Vicente Jaramillo- y los presidentes y concejales de las comunidades de San Gerardo y Chumblín. Nos acogen con mucha amabilidad. De allí en adelante, durante varias horas, hemos podido palpar la reactivación del proyecto minero de Quimsacocha, ahora en manos de este nuevo socio canadiense de IAMGold y el Estado ecuatoriano. El proyecto está aún en la fase de exploración; de las 12 300 hectáreas de la concesión del 2008, 216 fueron cedidas al Estado y destinadas a área de protección y recreación; 200 corresponden a la zona de exploración por lo que se calcula 3 millones de onzas de oro que se espera extraer en los próximos 7 a 8 años. Son ya 40 años de investigación de la zona. La expedición del reglamento de ley minera y la actual ley de aguas permitirán que esto se lleve a cabo en poco tiempo.
Jaramillo explica con detalle los beneficios que recibirán y han recibido ya las comunidades antedichas; también sugiere que estén enterados de las regalías, de los pasos y procedimientos para gestionar los recursos. Las comunidades azuayas en directa relación con el proyecto y que han aceptado apoyarlo se ven beneficiadas por interesantes proyectos de fortalecimiento comunitario, género, gestión y producción, y grandes sumas de dinero, como el caso de San Gerardo, una de las dos mencionadas arriba.
El Estado se hace sentir, negocia y gestiona. Prepara el terreno. Las inversionistas hacen lo propio tras largos años de abandono y cierre casi total de operaciones.
Un paisaje esplendoroso, un pajonal movido por ráfagas de viento helado nos da la bienvenida. Estamos literalmente pisando sobre el área que será explotada. Es dura, los suelos son ricos en aluminio, mercurio y plomo natural; tierras ácidas en extremo, nos indican los expertos.
A la vuelta visitamos un vivero semiabandonado, tenía 38 000 plantas de especies nativas; cruzan un par de venados que abundan en la zona; vemos de lejos los “archivos” de muestras de exploración. Intentos varios por cumplir con los estándares de responsabilidad social que las empresas canadienses se exigen. En el viaje pasamos por la estación de monitoreo hidrometereológico de la Universidad de Cuenca.
El sensible tema de la extracción minera cruzado por intereses de carácter económico y político, nos ha dejado un saldo de desconocimiento y ambigüedad en el ciudadano común y corriente. ¿Qué mismo sucederá con los sectores afectados/beneficiados?