Un estudio comparativo minucioso de los regímenes autoritarios contemporáneos (Putin, Erdogan, Chávez y su sucesor Maduro) sorprendería por la similitud extrema de las tácticas y estrategias . En todos los casos, el proceso de ahogamiento de lo que se considera una democracia abierta o liberal es lento, pero sostenido. Lo primero es desprestigiar a la comunicación independiente, considerada parte del “status quo”. Luego, convencer a la gente, vía propaganda ó victimización que todo lo que decían ellos era mentira y que lo que dicen los cada vez más numerosos medios estatales es la “verdad verdadera”. El proceso toma algunos años, pero es efectivo. Como todo tiene al menos la pinta de ser formalmente democrático, son libres de seguir hasta que tienen todos los poderes del estado a su disposición. Por supuesto, cada poder importante debe estar manejado por mediocres, por gente que hasta hace pocos años daría su brazo derecho por un puesto así, pues no se lo ganaron a pulso de estudios, años de experiencia, trayectoria intachable o probidad personal sino por ser alineados o cercanos al líder máximo. Y como generalmente son ineptos para manejar la economía, eso garantiza una mayoría impotente o atemorizada.
Por eso es que es a Venezuela le es tan difícil salir de la crisis. El golpe de estado (uno más de los tantos) que dio Maduro la semana pasada con su Tribunal Supremo de Justicia, para eliminar los poderes de la Asamblea Nacional, es una mancha más al tigre. Aún cuando los mismos chavistas quisieran salir del poder porque ya no saben qué hacer con la economía, el sistema de prebendas y corrupción que crearon es tan fuerte, que sin garantías de amnistía para todos, es casi imposible pensar que dejen pacíficamente el poder. Venezuela está en la sinsalida porque internamente los canales formales están todos sincronizados para impedir la alternabilidad democrática. Y, el monopolio del uso de la fuerza, incluyendo los colectivos, están abrumadoramente a favor del chavismo hace que la protesta popular sea enfrentada con cada vez más violencia y más presos políticos. Por supuesto, América Latina hace de oídos sordos y ciegos, promoviendo una Unasur que es un órgano más del sistema que permite a Maduro ganar tiempo; la OEA no tiene los votos suficientes porque para los países caribeños que siguen recibiendo petróleo gratis de Venezuela y no han recibido una mejor oferta, es lo único que cuenta.
Qué decir de Ecuador. Nuestro país acaba de completar el libreto, esta vez con elecciones limpias y transparentes y hacerse del poder –una vez más- con cancha inclinada y árbitro vendido. Moreno -como Maduro- asciende al poder presidencial con una falta de legitimidad impresentable, pero así seguirá, porque lo que importa no es el bien común, sino mantenerse en el poder. ¿Proyecto de izquierda? Sólo aquél epígrafe final en la pared de la granja: “todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”, como bien lo predijo Orwell.