Una parte de la población ecuatoriana tiene acentuada y centenaria vocación alcohólica. Así determinan las últimas estadísticas del INEC: de los 912 000 consumidores, el 89.7% son hombres, 10.3% mujeres y el 2.5% son jóvenes de 12 a 18 años. La Organización Mundial de la Salud dice que América Latina es la que más consume cerveza con el 53%, luego licores con 32.6%, y vino con el 11.7%. Ecuador sube al 67% en cerveza, cifra que compite con Alemania y República Checa, los de mayor consumo en el mundo.
EL COMERCIO del 19 de julio da una noticia alarmante que incluye una fotografía de una esquina de la plaza Foch, e ilustra al reverso con cuatro más que captan parejas tambaleantes, dormidos en aceras, riñas con botellas rotas y gases, parejas con urgencias de taxis a la madrugada. Tituló: “Licor sin límite en La Mariscal”. Se trata del “San Viernes” de fiestas alcohólicas, que seguramente se acompañan con estupefacientes. Estas vienen desde costumbres familiares en todas las celebraciones que comienzan con “el bautizo católico”, y cualquier fiesta tiene brindis alcohólico.
Esta adicción tiene origen hace 480 años; porque el aguardiente, la coca y la chica de maíz, fueron elementos complementarios para el trabajo indígena intensivo, y todas las fiestas eran sinónimo de alcoholismo descontrolado. Al llegar estas denuncias a las autoridades en Madrid, impulsaron a que el 10 de agosto de 1714 Felipe V suscriba una Cédula Real, complementaria a la cédula de 1693 que dirigió a la Audiencia de Santa Fe de Bogotá, y ordena que: “Los Virreyes del Perú y de Nueva España, audiencias, gobernadores, corregidores y alcaldes mayores procedan a clausurar y derramar aguardientes, rompan sus materiales e instrumentos de fábrica, y que por 1ª vez multen con mil pesos, la 2ª con dos mil, y la 3ª con tres mil, y le destierren de la provincia. Lo mismo si fuere comunidad eclesiástica, monasterio, cura o clérigo particular o prebendado, y ejecutado darán cuenta a su Prelado y a mi Consejo de Indias”.
Hacia finales del siglo XX se incrementaron las plantaciones de marihuana y coca, en Colombia, Perú y Bolivia y creció el consumo de bebidas alcohólicas, constituyéndose en los rubros más grandes de ingresos pero la escala gigantesca que comparten con México, es la de los estupefacientes que cubren los mercados de Estados Unidos y Europa. Ecuador, con circulación legal de dólares desde el año 2000, es el país-puente para cubrir esos mercados, y por eso es frecuente la noticia de incautación de centenares de kilos y toneladas de droga.
Este vicio ancestral y el nuevo de estupefacientes producen resultados nefastos en nuestra sociedad; destruyen personas y familias, y abren caminos tenebrosos en la vida de futuras generaciones. En estos caminos están tanto los países industrializados como los subdesarrollados. Unos y otros proyectan la autodestrucción de las personas.