EL COMERCIO publicó el 27 de diciembre la noticia “Poderosa arma estratégica fue aprobada ayer por Vladimir Putin”, cuyo contenido se relaciona con el ensayo de un nuevo misil ruso (hipersónico), capaz de vulnerar todos los sistemas defensivos de los EE.UU., y que luego de haber sido probado con éxito, se incorporará a las fuerzas armadas rusas en 2019. Según la nota, Putin había expresado: “Este es un magnífico, un excelente regalo de Navidad para el país”. ¿Puede un arma de destrucción masiva constituirse en un regalo navideño, aun cuando garantice (entre comillas) la defensa y seguridad de una nación?
Se debe resaltar que revisando noticias de la época y textos en torno a la Guerra Fría, especialmente entre fines de los años 50 e inicios de los 60 del siglo pasado, el anuncio de Putin guarda alguna similitud con los alardes y jactancias de las cuales solía hacer gala ante la prensa mundial, el ex líder soviético Nikita Kruschev, con motivo del desarrollo de su armamento atómico y los primeros éxitos soviéticos en los inicios de la carrera espacial.
Claro que los tiempos son distintos y no tienen parangón las pugnas Kruschev-Ike o Kruschev-Kennedy, con la que se vislumbra podría ser para el próximo año una abierta pugna Putin-Trump. No deja de ser preocupante tener otra amenaza para el planeta con la reedición de otra carrera armamentista con novedosos y terribles artefactos destructivos. Más todavía con el anunciado despropósito del presidente Trump de retirar a su país del Tratado INF (Intermediate-Range Nuclear Forces, por sus siglas en inglés), que prohíbe el desarrollo de armas nucleares de alcance intermedio. Todo esto se potencia con la crisis sin solución en Siria, el conflicto con Ucrania, la posible interferencia rusa en las elecciones estadounidenses y la presencia en territorio venezolano de bombarderos rusos. Con este último hecho, ¿estaremos acaso a las puertas de una nueva crisis similar a la de octubre de 1962? Y Trump no es el presidente Kennedy, ni de lejos.