Allá por el año de 1990, Alan García terminaba su período de cinco años con el amargo título de “peor Presidente de la historia del Perú”. Y eso no era falso. Quedaba atrás un país totalmente quebrado, con una guerrilla perversa en acción, con la vigencia de un amargo problema de límites con el vecino Ecuador. Además, se le acusaba de corrupción. Se comportó como un populista de tercera y fue a terminar en el exilio. Un paisaje humano triste para un ciudadano que se perfiló como una gran figura cuando, en 1985, con 36 años, fue el triunfador de las elecciones y asumió el mando con la imagen de un personaje nacido para llegar a ser todo lo contrario en su lar nativo: un presidente valioso para el Perú.
Lo que sucedió después fue material propicio para un excelente libro firmado por el futuro Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. El gran novelista ingresó, inesperadamente, a la política peruana cuando el presidente Alan García, ya con el agua al cuello, quiso estatizar la banca. Vargas Llosa se llenó de justicia y tomó la pluma, frenando al “caballo loco” y convirtiéndose, de pronto, en candidato a la presidencia, con todas las de ganar. Fue una gran aventura que terminó con un sorpresivo fracaso. La presidencia del Perú fue a las manos de un personaje surgido de la nada y apoyado por Alan García. Un Alberto Fujimori que hizo historia, de la buena y de la mala. Un “chino” -japonés o hijo de japoneses, en realidad- que se tomó el Perú y cumplió sus tres ofertas. Terminó con Sendero Luminoso, enrumbó la economía y firmó la paz con el Ecuador. Pero no tuvo un buen final porque se entusiasmó con una virtual dictadura y fracasó en su intento de sumar un tercer período, metiéndose además, con un pésimo amigo, Vladimiro Montesinos.
El viernes, Alan García fue homenajeado en Quito. Ahora, para su felicidad, en buena parte de su país y en otros lares, le presentan, por fin, como “uno de los mejores presidentes del Perú” y talvez… La economía -a la que antes destrozó- queda en muy buen plano. Con el Ecuador ha sido un excelente amigo y eso le valió, entre otras cosas, un estrecho abrazo en Quito del presidente Rafael Correa y dos gratas medallas. Con el añadido de que los dos gobernantes dejaron a un lado los tintes ideológicos para trabajar juntos en favor de una relación cada vez mejor. Ahora ¿quién reemplazará al feliz Alan? Cinco de seis encuestas peruanas revisadas en estos días indican que el Perú vive una anécdota singular. Una dama de 35 años está a un paso de ganar las elecciones del 5 de junio, aunque todavía no puede cantar victoria. Es Keiko, la hija de Fujimori, el ex presidente que hoy purga 25 años de cárcel, consolado por los éxitos de su hija. Por otra parte, si ella finalmente triunfa, la amistad con el Ecuador no marchará mal. Al fin y al cabo su padre fue el ciudadano que firmó la paz en Brasilia, a 1998.