Escribo todavía conmocionado por los hechos y las imágenes del jueves 30 de septiembre. Mucho se ha dicho ya, pero mucho queda por hacer… Uno quisiera voltear ciertas páginas de nuestra historia y pensar que asonadas, violencias, pillajes y peleas entre hermanos quedaran ya erradicadas de una vez. La Democracia no se construye escribiendo una Constitución. El papel todo lo aguanta… La Democracia se construye por medio de la educación, del respeto, de la participación ciudadana, del acatamiento de la ley, de la concertación e inclusión de todos los agentes sociales. Es evidente que nuestra ética política y nuestros comportamientos morales tienen aún mucho trecho por andar.Nadie sensato puede apoyar o justificar lo sucedido ese día. La Constitución, la persona del Presidente, las instituciones y los procedimientos legales deben ser respetados. Pero son disparos al aire pedir que las cosas se dialoguen si no se crean al mismo tiempo cauces de diálogo y de participación. Una política crispada crea reacciones crispadas y violentas. Por eso, si algo hay que pedir en esta hora es una revolución ciudadana de ciudadanos, de hombres y de mujeres pensantes, responsables, capaces de pactar, de concertar las mejores soluciones para los problemas más graves. Entre el voto y el veto hay mucho camino que andar… La ética política cuestiona la concentración de poderes, el sometimiento del Legislativo al Ejecutivo. Los poderes del Estado deben de ser independientes. Muchos nos preguntamos dónde queda la capacidad deliberante de la Asamblea. A golpe de veto, su papel resulta penoso.América Latina lleva más de 30 años de ininterrumpido proceso democrático (salvo notorias y aisladas excepciones), pero la realidad actual muestra que en el Continente todavía no existen democracias maduras. Más aún, algunas han ido reduciendo su legitimidad a consensos electorales, a mesianismos autoritarios, a proyectos forzados desde arriba, pero no concertados desde la participación de todos. ¿Qué lecciones sacar? Que nadie puede romper el orden constitucional de forma violenta y menos aún por defender sus intereses. Que urge impulsar el desarrollo y la maduración de una cultura democrática. Que el conflicto y el dolor que hemos padecido nos tiene que ayudar a reflexionar. No se trata de radicalizar posturas sino de concertar soluciones, de tender la mano y de construir juntos, con apego a la ley y a la Constitución, el país incluyente que todos soñamos. Si se quiere superar el conflicto habrá que sembrar paz. El Ejecutivo tendrá que revisar el modo en que ejerce el poder y promover una auténtica concertación.Es lo que muchos ecuatorianos pedimos en esta hora de desafíos, pero también de esperanzas.