«Dar un discurso a mascotas yo pienso que da muchos votos», dice Jaime Durán Barba, destacado consultor político, al comentar que el spot más visto de la campaña a la alcaldía de Quito es aquél en el que un candidato con opción electoral, ladra en tono de diálogo a un grupo de perritos que lo rodea. Como aparece en la escena un gato, se interpreta como un mensaje de inclusión. Durán Barba, agrega y sentencia: «el discurso antiguo caducó. No interesa». Invita a entender la digitalización de la sociedad y la política, lo que se ha dado por llamar la «infocracia».
Algunas candidaturas no tienen idea de la mutación que se ha producido en el mundo. Pocos advierten la propagación de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, la omnipresencia de internet, las redes y plataformas que nos han trasladado a un universo de virtualidades. La exuberante y caudalosa información que nos llega, no siempre es filtrada ni contrastada. La paradoja de vivir aislados, pero más informados, y a veces engañados por las noticias falsas, presionados por maquinarias de desinformación o de populismo digital.
El acceso a la información no requiere de intermediación. Ahí se explica la crisis de la mediación de las organizaciones políticas y de la política ortodoxa y convencional. Cada ciudadano conoce su interés y tiene sus opiniones, se conecta con gente de similar pensamiento. Las redes son un espejo y en ellas se reflejan los ardores de las emociones, las ficciones y simulaciones.
Quienes actúan en la política actual deberían leer a Byung-Chul Han para comprender la magnitud del fenómeno de la información y la digitalización de la política. Sin duda que un Tik Tok bien pensado, puede acariciar la cuerda de las emociones y dar muchos votos. Ha sucedido. Pero conviene no ignorar los peligros de la desinformación, la manipulación de las emociones, y el fatal riesgo del desengaño y la frustración. Puede volver a suceder.