La crisis ha sumado una nueva derrota de las fuerzas en el poder. El turno ha correspondido a quién se hallaba al frente del país galo y aspiraba a la reelección. La mayoría del electorado se ha pronunciado por el candidato que les ofrecía la posibilidad de hacer un cambio de rumbo. Hollande, el ganador, ha dicho: “Hay gente que ha encontrado esperanza gracias a nosotros (…) y quieren poner fin a la austeridad”. Probablemente esa sea la aspiración de los electores franceses y también de millones de personas que no solo habitan en Europa. Pero en las condiciones actuales ¿será eso posible? ¿Estarán los países europeos dispuestos a cambiar los acuerdos firmados hace pocos meses, en los que se obligaban a ajustar sus presupuestos para sanear sus maltrechas economías? ¿Existe otra ruta alternativa a la que con tanta dificultad se arribó liderados por el Gobierno alemán, que ha permitido hasta el momento capear los efectos más nocivos de la crisis? ¿No fueron esos acuerdos los que permitieron acudir a salvar a Grecia y evitar el desplome de esa economía que hubiese arrastrado a importantes bancos de los otros países? ¿Hasta qué punto estará Hollande en capacidad de propiciar un viraje del rumbo?
Al parecer, se vuelven a confirmar dos cosas: Por un lado, las crisis económicas terminan por configurar sismas que arrastran a los gobiernos. Se lo vio en Grecia, Portugal, España e Italia, hace poco. Por otro, la capacidad de los nuevos gobiernos elegidos para tomar acciones de efectos inmediatos es muy limitada. A esto se suma que los ofrecimientos pueden ser de cualquier naturaleza, pero una vez en el poder las medidas son diversas.
El caso español es ilustrativo. En campaña se ofreció no tocar la parte impositiva, pero resultó inevitable. A más de los recortes, hasta donde ha sido posible para tratar de poner en orden las cuentas públicas el Gobierno se ha visto en la necesidad de plantear una reforma fiscal, que si habría sido propuesta en campaña quizás no les habría otorgado un triunfo tan holgado. En el caso de Francia, la victoria de Hollande es con una diferencia tan estrecha que tendrá poco margen de acción para cambios relevantes.
Pronto vendrán las elecciones legislativas. Allí se podrá tener una imagen más clara de lo que puede acontecer. Es seguro que Francia entera no querrá que la crisis se agudice de tal forma que termine afectando más a su economía, por lo que es probable que existan más acuerdos que discrepancias con los estados de la Unión. Quizás ello cause la erosión de la popularidad del flamante Mandatario, pero al hallarse el interés nacional de por medio se verá su dimensión como verdadero estadista. Sin duda es un legado pesado el que recibe y su desafío será mayúsculo. La ventaja es que atrás está un pueblo educado y formado, que aceptará que si no se hacen las cosas en forma debida, el resultado podrá devenir en problemas de verdadera envergadura.