El comportamiento más grave de cualquier gobernante es la imprudencia temeraria. No tiene que ver con la defensa de principios ni valentías, sino con irresponsabilidad, las consecuencias , pagan otros.
Acabamos de ver un caso de imprudencia temeraria. Ahmadinejad, que practica el terrorismo, patrocina a Hezbolá, lapida mujeres, asesina homosexuales y reprime libertades, fue invitado por Chávez a visitar cuatro países del Socialismo del Siglo XXI. Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador lo recibieron y dieron vivas a una “revolución islámica” que desde 1979 retrotrae a los persas a modos de vida medievales bajo fundamentalistas religiosos.
Irán ya está en guerra con Estados Unidos, la Unión Europea e Israel, por ahora en el terreno de las sanciones comerciales multilaterales y las acciones encubiertas. Tiene su origen en el desarrollo de armas nucleares por parte de un Gobierno fanático que no vacila en declararse dispuesto a “borrar del mapa” al estado judío.
¿Hay que creerle a Ahmadinejad cuando amenaza a Israel? Por supuesto. Unos personajes que planean el asesinato del embajador saudí en Washington o de volar la AMIA en Buenos Aires –institución judía de beneficencia– y matar a un centenar de personas inocentes, son capaces de cualquier locura.
Chávez está precipitando a Venezuela y a sus satélites al desastre. ¿Por qué? Influenciado por Fidel Castro, quien comenzó esta misión revolucionaria planetaria al desaparecer la URSS, en lugar de aceptar la derrota del marxismo-leninismo y el fracaso de sus supersticiones, se lió la manta a la cabeza y salió a construir la nueva utopía comunista. Se puso al frente de una nueva “guerrita fría”.
En 1991 reclutó a Lula, demasiado pragmático para el gusto de Fidel, y confeccionaron el Foro de Sao Paulo, donde comparecieron desde narcoterroristas de las FARC hasta sandinistas. Mas no había dinero y las reuniones no pasaron del parloteo ideológico. Eso cambió cuando Chávez entró en escena cargado de petrodólares. En el 2001, Fidel Castro, en la Universidad de Teherán, invitado por el ayatola Ali Khamenei, hace su famosa profecía: “La colaboración entre Irán y Cuba puede poner de rodillas a Estados Unidos”. ¿En qué pensaba? En las armas nucleares que Irán puede fabricar y él llegar a poseer por asociación, idea fija que no abandona desde que llegó al poder y que en los últimos años suele defender con el ejemplo de Corea del Norte: esto los hace invulnerables.
Chávez, totalmente seducido por la estrategia de Castro, continúa desarrollándola. Por eso Ahmadinejad merodea por tierras americanas. Por cierto, la brasilera Dilma Rouseff se negó a formar parte de la comparsa. Es persona sensata.