Alos inconvenientes que ya tiene el nuevo aeropuerto de Quito -como el sobreprecio de esta obra, los elevados precios de los servicios para el pasajero y las aerolíneas, las demoras al momento del embarque y desembarque, los continuos deslizamientos de tierra e interrupción del tránsito en la zona del Chiche, así como la irresponsable decisión de inaugurar una terminal sin adecuadas vías de acceso-, se suman los problemas de inseguridad.
Desde el pasado domingo se suspendieron más de 20 vuelos nacionales e internacionales por la fuerza e intensidad de los vientos, poniendo en peligro la vida de cientos de personas que tenían como destino la ciudad de Quito. Si lo normal es que los vientos en esta zona tengan una velocidad de 12 nudos, éstas alcanzaron en días pasados más de 32 nudos.
En lugar de cerrar temporalmente el aeropuerto por restricciones atmosféricas, la Dirección General de Aviación Civil (DGAC), en consonancia con la empresa que está a cargo de la terminal, dejaron que la seguridad de cientos de pasajeros recayera en los pilotos, los cuales, después de varios intentos fallidos de aterrizaje y del pánico generado en los aviones, tuvieron que abortar. Si no ocurrió algo fatal hay que agradecer a la pericia y buen criterio de los pilotos, más que a la actuación de quienes están a cargo del Mariscal Sucre.
El problema de la peligrosidad de los vientos no puede atribuirse al temporal que se presenta en julio y agosto. Antes de que se iniciara la construcción del nuevo aeropuerto existieron informes que confirmaban que el lugar fijado no cumplía con condiciones técnicas requeridas. La intensidad de los vientos en Tababela es en promedio de 12m/s, mucho mayores que los del antiguo aeropuerto de Quito (8m/s). Las condiciones atmosféricas, sumadas a la presencia de vientos cruzados, genera turbulencia severa, lo que hace muy difícil la fase de aproximación de los aviones a la pista.
Si no son los vientos, el grado de nubosidad y la existencia de obstáculos naturales como montañas, restringen el grado de maniobrabilidad. Por ello, todos los aviones deben operar con instrumentos. Así se pronunció la Asociación de Tripulantes Aéreos en el 2005.
Condiciones favorables para la operación de aviones son ángulo de despegue bajo, temperatura baja (para que sea más denso al momento de operación de las turbinas), presión atmosférica alta, ausencia de vientos cruzados o de cola y aire limpio (sin polvo). Prácticamente nada de esto está presente en Tababela.
Después de constatar esta serie de limitaciones, uno se pregunta: Si hay serias restricciones operacionales, ¿por qué se construyó el nuevo aeropuerto en Tababela? ¿Por qué el alcalde Barrera no se mantuvo en su postura inicial? ¿Quién asume la responsabilidad por las molestias, demoras, cierre de vías, altos costos y riesgos a la seguridad que presenta esta terminal?