Adoum

Su hablar era apacible, degustaba las palabras como escanciando gotas de un elixir e hilvanaba sus espléndidas ideaciones aliñándolas con una sutil ironía –el del láser que roza–. Y con el mismo acento decía su poesía, sin asomo de afectación. Cordial (de ‘cordis’: corazón), solidario, maestro (el que sabe dos veces), amigo. El cigarrillo pirueteando de sus dedos a sus labios y saboreando breves sorbos de vodka. Usaba trajes casuales, aborrecía la corbata y, alguna vez que la usó, fue Nicole –su compañera que no pudo con su partida definitiva y fue siguiéndolo lo más aprisa que pudo– la encargada de mal anudarla.

Oficio de leer, pensar y crear el de Jorge Enrique Adoum, y de llevar la dignidad como divisa. ‘Hermanazo’ fue el trato que me otorgó y cuando lo visité con mayor frecuencia para publicar sus ‘Obras (in) completas’ y escribir el ensayo sobre su vida y obra, me confió fragmentos de su memoria. “Ante todo, es preciso ordenar la infancia/ como un país disperso, hallar las fechas/ de su límite: la dulce iniciación”. “…¿qué busqué desde entonces/ si lo que abandonaba llevé conmigo/ a cada sitio?”

Abrazó a la humanidad desde su entrañable pertenencia a sus orígenes y halló las tres llaves para abrir su mundo: psicoanálisis, marxismo y literatura. “Había estado solo y, por miedo/ o para que no se le corrompiera/ la voz, comenzó a cantar./ …/ recordó a los demás, buscó/ los rostros, las manos de los otros/ para entregarles el delgado/ tesoro de su canto…” Polvo y luz, cenizas y vuelo, vestigios y rebelión: “Esta comarca limita con la sangre/ y la abundancia. Cada día/ puede hallar en el bosque iniciales/… y sobre/ la triste arena del país descubierto/ el rastro que fue dejando la violencia…”

¿El tiempo con Adoum se rezagó, estableció o sometió al servicio de su ingente voluntad creadora? Seis volúmenes de 500 páginas reúnen su poesía, teatro, novela (en este género, quizás su obra cumbre, ‘Entre Marx y una mujer desnuda’), ensayo, periodismo… Pero día tras día enunciaba la enseña de su creación: “comenzar a escribir bien”: celada proverbial como horizonte de vida de uno de escritores más completos de nuestra lengua. Por seres humanos como él se torna verdad aquello de “hambre de encarnación padece el tiempo”.

‘Ecuador amargo’: eclosión de un relato oculto en las oquedades de la historia. Mitología y certeza, liberación. A partir de este texto, la escritura adouminiana se tensa por la conciencia -hondura y repercusión espiritual a lo que dice-. Su pensar extiende un espacio intelectivo que cede gravedad a la palabra.

“Ya eres el que ibas a ser, el mismo polvo/ del que algo te aliviaba tu cepillo de ropa./ Cumpliré tus encargos, sigo siendo/ el que eras. Ave de paso. Animal profético”. Adoum, el cazador de su propia sombra, siempre habitado por los ‘condenados de la tierra’.

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