De adivinos y pitonisas
La incertidumbre que rodea el paso del presente al inmediato futuro -de las sociedades y los individuos- ha permitido que florezcan las industrias de la adivinación. Lo que estaba reservado a los profesionales de la astrología lleva cierto tiempo haciendo de las suyas entre profesionales del periodismo.
Nos resistimos a vivir sin las predicciones de los oráculos, como si viviéramos dominados por las fuerzas tiránicas del destino. Desde hace mucho tiempo las limitaciones de la racionalidad científica abrieron sus puertas traseras al brujo y al adivino. Cada día es mayor el número de seres que solicita el servicio de los nuevos oráculos.
Se sabe de figuras públicas que no toman una decisión sin consultar al brujo o la bruja de cabecera. Lo que menos importa es el acierto de las predicciones. Deben de ser muchos más los desaciertos y las predicciones no cumplidas por los estadistas. Sin embargo, sabemos de jefes de Estado -y no propiamente de países "tercermundistas"- para quienes el oráculo de palacio es una especie de ministro consejero en la sombra.
Ya es práctica frecuente en las ciencias sociales la construcción de escenarios futuros con los ingredientes del presente. No resulta demasiado difícil anticipar el curso de una tendencia trazada por hechos y fenómenos reales. A menos que se interponga un acontecimiento extraordinario -de la naturaleza, de la economía, de la vida social-, el corto plazo de las sociedades es más o menos predecible.
Pero no es esto lo que preocupa a muchísima gente. A la gente le preocupa la conquista de la felicidad, el éxito en el amor, la prosperidad de los negocios, la seguridad del trabajo, las certidumbres de la salud, las coqueterías de la suerte, la armonía de la familia y el futuro de los hijos. Y como muchas de estas cosas se han vuelto huidizas o no dependen del tesón individual, la gente chapotea en la incertidumbre y acaba consolándose con las predicciones del adivino.
Hace más de medio siglo, Louis Pauwels y Jacques Bergier sorprendieron al mundo con un libro revelador y polémico: El retorno de los brujos. Las artes adivinatorias -a manera de ciencia alternativa- estaban reconquistando un lugar de excepción en la sociedad, como si volviéramos a estar en las manos coléricas de los dioses y les hubiera llegado el turno de oro a los profesionales de la astrología y el esoterismo.
Los "gurús" de pedigrí, con prestigio social en las industrias de la adivinación, también han dado origen al "chiviado" de consumo masivo. Al expandir su mercado, las artes adivinatorias cayeron en la charlatanería. Y este es su estilo dominante. Pero ¿por qué tanto crédito a una actividad barnizada de ciencia y espiritualidad? A medida que los sistemas sociales incumplen las promesas de bienestar; a medida que nos sentimos decepcionados por nuestros semejantes en pequeñas expectativas, las artes adivinatorias, con su infinita oferta, parecen haberse convertido en proveedoras de la confianza perdida.
El Tiempo, Colombia, GDA