Gabriel García Márquez, el mayor novelista del siglo XX en lengua española, ha muerto a los 87 años. Entre Gabo, sus lectores y sus amigos hubo un romance sin fin. Un coqueteo que atestigüé muchas veces en los 50 años que duró nuestra amistad y que ni su muerte interrumpirá.
Conocí a Gabo antes de que se convirtiera en celebridad mundial. En Colombia era conocido más por su trabajo como periodista que por sus cuentos y novelas cortas. En la Ciudad de México, su club de admiradores era reducido en número pero no en calidad, pues entre ellos estaba el novelista mexicano Carlos Fuentes, quien lo acogió con esa generosidad que lo caracterizaba, y en cuyo ‘salón’ conocí a Gabo. En 1964, Fuentes, quien estaba en la cúspide de su fama, y Rita Macedo, la actriz que protagonizó el Nazarín, de Luis Buñuel, y que en ese momento era su esposa, mantenían en México un ‘salón’ que era refugio de artistas y escritores, y la primera parada de los extranjeros que visitaban México. Personajes como Brigitte Bardot, Jean Moreau, Mario Vargas Llosa, José Donoso, Sergio Mendes.
En ese momento, Gabo escribía ‘Cien años de soledad’, y él, su esposa Mercedes y sus dos pequeños hijos tenían serios apuros económicos. El prodigioso éxito de Cien años lo hizo famoso en todo el mundo, pero él seguía siendo la celebridad más modesta del mundo. Nada alteró la naturalidad de su personalidad ni su alegría de vivir. Bailamos vallenatos en Cartagena y Monterrey (México); escuchamos viejas rumbas cubanas en La Vitrola, en Cartagena, y cantamos rancheras mexicanas cada vez que nos topábamos con un mariachi. También hablamos mucho de películas y de libros. Akira Kurosawa era uno de sus héroes; la lectura de ‘El amante’, de Marguerite Duras, me dijo una vez, le hizo pensar dos veces cómo iba a contar su historia de amor en ‘El amor en los tiempos del cólera’.
Me mudé a Los Ángeles, California, en 1977. Gabo y Mercedes pronto añadieron una casa en Los Ángeles a su colección de casas y apartamentos en Barcelona, Bogotá, Cartagena, Ciudad de México y París.
Una vez nos detuvimos en una librería que vendía sus libros y descubrimos que en la portada de ‘Cien años de soledad’ lo promovían como el autor de ‘El amor en los tiempos del cólera’. Gabo sonrió y me dijo, “este es el único país en el mundo que se confunde con las fechas”. Cien años fue publicada en 1967 y El amor, 18 años después.
Salir a la calle, al cine o a cenar con Gabo en Bogotá, en Cartagena, en Monterrey o en México significaba detenerse a esperar a que terminara de platicar con su larga legión de lectores. A Gabo le gustaba la gente y amaba y respetaba a sus lectores.
Hoy, todavía no puedo comprender cómo un hombre que tanto gozaba la vida puede estar muerto, pero hoy, más que nunca, seguiré viviendo con mis recuerdos porque, como bien escribió Gabo en ese primer tomo de sus inacabadas memorias: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.