Las últimas elecciones seccionales dejan lecciones que debieran ser asimiladas por todos los sectores y cada cual asumir su responsabilidad y no endosar los errores a los otros. Tener alguna vez la grandeza de la humildad. Parte de la factura obedece al hartazgo ciudadano por el acumulado de muchas cosas. Prepotencia, soberbia y sectarismo político, abusos, maltrato, atropellos. Concentración del poder y funciones del Estado tímidas y sometidas, que solo se atreven a realizar exhortos, sin actuar con independencia como dispone la Constitución.
Una justicia con nueva tecnología pero sometida al poder y el juez que se atreve con un fallo en contra de éste es sancionado. Casos: las sentencias condenatorias contra los chicos del Central Técnico, los 10 de Luluncoto, la criminalización de la protesta social y contra la opinión crítica, contra veedores ciudadanos y otros. En contraste, la lentitud de jueces y fiscales en casos de corrupción: los comecheques del Ministerio del Deporte, los chalecos de la Agencia Nacional del Transporte, los procesos contra Duzac y Cofiec, etcétera. Una Corte Constitucional ágil para los pedidos oficiales y lentísima con las demandas sociales.
Una Legislatura sujeta a los designios oficiales. Una legislación aprobada que ha merecido críticas nacionales e internacionales. La Ley de Comunicación, el Código Integral Penal, el Decreto 16 sobre el control de las organizaciones no gubernamentales. Para los jóvenes, el bloqueo a quienes defienden el Yasuní. Una participación y veedurías ciudadanas limitadas solo para aquellos identificados con el oficialismo y los que se salen del camino, enjuiciados por haber observado al poder.
Tanto se criticó al pasado y volvieron a cometer abusos y hacer campaña sucia. No solo en Quito, sino en Ibarra, Otavalo, Cuenca, entre otras ciudades, en donde el oficialismo atacó con arrogancia hasta a los aliados del Gobierno. En esta capital con quejas por escrito de empleados de la junta provincial electoral, que se entiende que es juez en estos procesos, contra el candidato que ganó. Cómo se puede entender que el poder perjudicara al propio aspirante a la reelección en Quito al promocionar el voto nulo.
La contemplación del organismo electoral y el silencio cómplice de la Contraloría frente al uso de recursos públicos. La participación activa en actos proselitistas de altas autoridades oficiales. Esto resultó un bumerán porque unos electores no se comieron el cuento y, al contrario, si alguien estuvo entre los indecisos resolvió condenar estos hechos y votó contra quienes copaban todos los espacios. Seguramente si venía la Misión de la Unión Europea hubiese ratificado las inequidades evidentes en el proceso, que ya había señalado en procesos anteriores y por eso le dijeron no más a su acompañamiento electoral.