Ya tenemos la propuesta del gobierno sobre el llamado “Plan de Sostenibilidad Fiscal y Reactivación Económica” Por primera vez en muchos años, once para ser preciso, se plantean medidas que buscan restablecer los principios elementales de un buen manejo económico. No hay la perversa y constante intención de mal enquistar a las partes de la sociedad. Se dan los primeros pasos hacia la búsqueda de una colectividad que trabaje bajo un ambiente de mayor armonía. Así deben verse los anuncios hechos. El camino será largo, tortuoso, con muchas amenazas e incomprensiones. Pero, una vez tomada esa dirección, no hay como claudicar.
Sólo avanzar. Ahí está la clave de todo.El plan no es perfecto. Ciertamente ninguno lo puede ser. Tiene carencias, inconsistencias, pero también virtudes. En especial porque abre un espacio para un debate más racional, menos ideológico, sobre las premisas en las cuales se puede asentar la creación de riqueza colectiva. Aquí y ahora, es indispensable dotarle a la propuesta de los mecanismos que aseguren su cumplimiento, que no existan dilatorias ni jugadas bajo la mesa. Que se cumpla el compromiso de no más impuestos, pues en ciertos detalles recién vistos eso no ocurre.
El gobierno no puede dejar que las promesas se conviertan en un vinagre de la esperanza. Debe, como lo afirmó, atender su compromiso de transparencia y sacar toda la basura escondida a conocimiento público. Poner las cuentas claras y someterlas a una crítica técnica independiente. Sin eso el debate es inútil, consume esfuerzos, genera equívocos y entorpece todo.
Pero debe también asegurar el cumplimiento de todas las propuestas. Incluso ir más allá. Ofrecer una mayor austeridad, que se necesita, para cuidar los programas sociales y reducir la brecha que puede ser financiada con el aporte de acreedores calificados y que confíen en la seriedad del país. La que queda, con lo propuesto, sigue siendo muy alta. No es posible cerrarla.
Hay que caminar más rápido, sin atropellarnos pues no es aconsejable el ritmo atortugado. Es necesario cerrar ciertas puertas. El BCE no puede seguir siendo la caja chica del gobierno. Es hora de devolverle su señoreaje e importancia. Al IESS hay que darle espacio de recuperación, al igual que poner los acuerdos comerciales sobre la mesa.
Y todo esto no podrá hacerse sin entendimientos serios con los multilaterales. Hay que afinar el lápiz para que los números del plan estén claritos, sean consistentes y puedan convencer a los potenciales acreedores. De eso no hemos visto nada todavía.
No olvidemos el rescate de la ética. No puede quedar en un cajón del desván la recuperación de los dineros saqueados al país, ni el mantenimiento de la impunidad.