La firma de un acuerdo comercial con la Unión Europea ha caído nuevamente en un punto muerto. La falta de definición y claridad de quienes manejan la política exterior del Ecuador ha hecho que del lado europeo se suspendan las conversaciones y se dilate por más tiempo la posibilidad de llegar a un acuerdo con Ecuador.
Esto se da luego del ‘impasse’ producido en los últimos días por los mismos funcionarios de Cancillería. El trabajo que venía realizando el viceministro de Comercio Exterior, Francisco Rivadeneira, se tiró por la borda tras el anuncio del vicecanciller Kinto Lucas de optar por el Mercosur.
Esta indefinición llevó a que el encargado de negocios del bloque europeo, Peter Schwaiger, anuncie la decisión de Bruselas de suspender las conversaciones entre las partes. Según Schwaiger, “ha llegado la señal del Gobierno (ecuatoriano) de que quiere estudiar más bien la alternativa del Mercosur”.
Comprendo que la falta de conocimiento, poca experiencia y deformación ideológica sean la causa. Sin embargo, esto no debería ser motivo para que la negociación de un posible acuerdo con la Unión Europea sea manejada con tanta ligereza.
Da la impresión de que el vicecanciller Kinto Lucas no ha tomado en cuenta que el ser parte del Mercosur implica la aplicación de un “arancel externo común” que puede perjudicar a la producción nacional frente a la oferta exportable de Brasil o Argentina.
Aunque el Mercosur es siempre una opción y la integración regional es el gran desafío a través de la Unasur o la CAN, debe tomarse en cuenta la posibilidad de firmar acuerdos comerciales y de cooperación bilateral con los países que sean de interés para el Ecuador.
La visión de Gobierno debe ser separada de la visión de Estado. Por ello, pese a que los funcionarios de la ‘Revolución Ciudadana’ rechacen de plano los tratados de libre comercio (TLC), deben tomar en cuenta que hay razones de Estado que no pueden ignorarse.
El intercambio comercial, en ciertos casos, beneficia más a los países de menor desarrollo relativo. Por esta razón, un acuerdo con la Unión Europea, bien negociado y articulado a objetivos estratégicos, puede ser positivo.
Es cierto, por otro lado, que los flujos de comercio con Europa tenderán a bajar con el tiempo a medida que el peso del bloque Asia-Pacífico y específicamente de China se haga más fuerte.
Sin embargo, hay que agotar todas las posibilidades. No hay que tenerle miedo a los acuerdos de comercio. A más de mejorar nuestras cuentas nacionales tienen un efecto directo sobre el empleo y el bienestar de la población. Lo importante, entonces, es avanzar en esta línea siempre y cuando representen beneficios para el país.