Confieso que en mi deseo de ser optimista, cuando veo hierba mala, siempre pretendo encontrar la hierba buena que la mala la oculta.
No lo escucho en sus sabatinas, Presidente, porque ahí habla demasiado en tiempo seguido. Sí leo los resúmenes que se entrega a los medios de comunicación.
En el resumen del enlace del sábado 25 de agosto del 2012, encontré dos semillas de hierba buena, que debo destacar.
La primera es haber decidido entender que el Gobierno del Reino Unido se ha retractado, lo que para nada ha sido expresión de la actitud imperial de ese Gobierno, porque lo que dijeron en la nota enviada al Gobierno ecuatoriano –y en la intervención de su delegado en la sede de la OEA- fue que ellos nunca habían amenazado privar a la sede de la Embajada del Ecuador de la inmunidad diplomática, lo cual –coincido con usted- sí hicieron al amenazar con una ley de 1987, expedida para aplicarse a la Embajada de Libia, en Londres, no argumentada contra otra Embajada de país alguno, y violatoria de instrumentos internacionales que nunca pueden estar por debajo de leyes nacionales.
Usted no entró en capricho, “pídanme disculpas” o algo parecido, sino que quiso entender lo que viabiliza retomar el diálogo con el Gobierno de Londres, ¡qué bueno!
Lo segundo es haber afirmado que no iba a permitir que le falten a su honra ni lo ofendan, ni se burlen de usted. No aparece en el resumen, quizás lo dijo, que usted se comprometía a lo mismo respecto a sus contradictores.
Es que si fue cierto que usted le dijo “ladilla” a Lourdes Tibán, lo que luego habría negado con la frase que no lo había dicho porque habría sido “ofender a las ladillas”, ¿Qué podía esperar de la asambleísta Tibán?
Igual en el caso de los Abdalá Bucaram, padre e hijo. De unas diferencias que inicialmente no eran subidas de tono sobre el auspicio del PRE, en la facilitación de su mayor control del poder, se pasó a su afirmación que usted no era “Vachagnón” o “Puerto Limpio” para recoger basura, luego los empaquetó como “cerditos”, diciendo el sábado 18 de agosto: “Hay cerditos que quieren enlodarnos”. Esto unido a que desde su entorno se han usado frases contra los menores Bucaram -Pazmiño, como aquella de “hijos del PRE”– y se los quiere agraviar utilizando a un Juez de la Niñez, para el efecto. Si usted ha hecho de la descalificación, práctica política y de Gobierno, en eso todavía no supera a Abdalá Bucaram Ortiz, realmente censurable en su fraseología contra su padre –más allá de sus errores, que en vida los expió, a quien pude valorarlo, cuando usted aún era becario aprovechado, en lo de bueno y amigo que fue- y contra su cónyuge, acreedora al respeto de todos los ciudadanos.
¿Por qué Presidente no omite la descalificación como forma de gobernar y en democracia asume que en esta siempre van a generarse contradicciones?