Hay lágrimas de los jóvenes que se graban en video con un celular. Al parecer, están rodeados por el Ejército. Están guarecidos tras de una tapia. La joven que sostiene el teléfono le pide perdón a su madre por haber salido a las protestas en Nicaragua. El malestar internacional por este video que se viralizó en redes coincidió con una carta de la Cancillería de Ecuador que el domingo el mostró su rechazo por estos “actos beligerantes”.
Decir actos beligerantes, en lenguaje coloquial equivaldría a lucha o confrontación. Aunque en la realidad es matanza. Una carnicería que ha dejado 351 muertos, según los últimos despachos internacionales de prensa. Por eso es un gran paso que Ecuador haya dejado atrás su silencio ante un acto beligerante de un mandatario y su esposa en contra de sus mandantes.
Dejar los romanticismos de apoyo irrestricto a gobiernos que se reconocen de la misma tendencia ideológica es un gran paso. ¿Por qué no es posible imaginar que un Régimen que esté alineado a un eje de pensamiento socialista no se ate al respaldo o al silencio incondicional, como ahora, cuando el señalado se enfrasca en una matanza de estudiantes? (“Operación limpieza”, como la bautizó el Estado nicaragüense).
Otro paso que se espera es abrir al menos un debate serio sobre cómo se debe denominar a los grupos paramilitares levantados en armas como grupos beligerantes y no como terroristas o delincuenciales. Que sea un debate de Estado, y no una imposición de la élite en el poder. Si no que les den al menos el uso de la palabra a los policías heridos en el ataque al cuartel de Policía en San Lorenzo.
Ahora, ¿sería importante dar un tiempo más a la presidenta de la Asamblea General de las Naciones Unidas, María Fernanda Espinosa, para que se pronuncie sobre estos muertos y estos actos beligerantes? O ¿debemos exigirle una acción inmediata para que se una a este discurso nacional de rechazo al accionar criminal de matar jóvenes estudiantes y refugiados en templos religiosos?