Aquí y en el mundo, la escuela está angustiada y al borde del colapso. Supervive en medio de un sobre trabajo inmanejable. Bajo la premisa que gran parte de los problemas sociales se solucionan con el aporte de la educación, el Estado y la sociedad, Presidente, ministros, alcaldes, medios, ONG, movimientos sociales, cooperación y familias, transfieren a la escuela más y más responsabilidades. Entonces además de cumplir con el obligatorio y desactualizado currículo asume cientos de pedidos adicionales. Que los choferes son borrachos e infractores: educación vial; que violencia intrafamiliar: soporte emocional a los chicos; que el calentamiento global: educación ambiental; que terremotos, erupciones, deslaves: educación en riesgos; que corrupción: educación en valores; que drogadicción: educación preventiva contra el uso de drogas; que embarazo adolescente: educación sexual; que crecimiento de la obesidad: educación nutritiva; que las redes sociales… y así, los “que”, aumentan todos los días.
Entonces viene la presión del Ministerio: matrices, planificaciones, informes, contra informes, cientos y miles de notas. Docentes frente a un computador deficiente o sin internet en zonas rurales, dedicando el 60 o 70 por ciento de su tiempo a semejantes labores tecno burocráticas. Pero hay más actividades: vigilar entradas y salidas del colegio, baños, patios. Profesor policía, profesor conserje. Y por supuesto, al último, profesor preparando y enseñando en clases.
Si a esto se suma falta de capacitación, actualización, salarios bajos de directivos y docentes, reducción del presupuesto, pues el funcionamiento escolar tiene problemas. ¡La escuela está exhausta¡ Pero claro, hay quien, suelta de huesos y de lengua, la denigra sin conocer ni preguntarse de sus dificultades estructurales.
Y es que, por si fuera poco, a la escuela le han añadido un peso moral. Estado y familia, le han hecho creer que semejante carga de responsabilidades son normales, y son suyas, solo suyas. Ministerio, sociedad y familias, se han desrresponsabilizado.
Un ejemplo patético es cómo algunas familias depositan a sus hijos e hijas en los establecimientos y se olvidan. Y en el sector privado, al tenor de algún problema, con la seguridad de quien “compra un servicio”, acusa a la institución en los peores términos.
La formación, sobre todo ética, de los niños, niñas y jóvenes, en primer término, recae en el hogar. Y luego en la escuela. Pero si la familia se desintegra o tiene dificultades y la escuela tiene deficiencias, las consecuencias se expresan en los chicos, que viven en una sociedad violenta, sin definiciones y confrontada al límite, como en el caso del tema de educación sexual.
La Nueva Escuela, descongestionada y pertinente, se creará en base a la corresponsabilidad diferenciada, donde entran también, estado, municipios y medios. No hay otra alternativa.